lunes, 19 de agosto de 2019

No exorbitemos la conducta Iron Man en nuestras vidas peor aún en la política.

Ciro Añez Núñez




Iron Man, superheroe ficticio de Marvel Comics (la trama gira en torno a Tony Stark, un empresario e ingeniero, que construye un exoesqueleto motorizado y se convierte en Iron Man, un superhéroe tecnológicamente avanzado; quien con un gran apego a las cosas materiales y con un evidente narcisismo, llega a endiosarse y auto identificarse con su obra, llegando a afirmar: "yo soy Iron Man").

Esta historieta hizo su primera aparición en Tales of Suspense # 39 (marzo de 1963), y recibió su propio título en Iron Man #1 (mayo de 1968). En el año 1960 aparece por vez primera en la televisión. En el Cine, en los ultimos tiempos, es interpretado por un gran actor como lo es Robert John Downey Jr. Las películas son realmente geniales. Estupendas.

La conducta de este personaje ficticio sustentada en el utilitarismo extremo puede verse en muchos de los casos reflejado en la vida real.

En esta vida evitemos sobredimensionar la conducta Iron Man en cuanto al utilitarismo excesivo (tratemos de evitar caer en los extremos de la vanidad, la arrogancia, la egolatría y la vanagloria).

Jeremy Bentham, filósofo inglés del siglo XVIII, definió el utilitarismo como aquello donde “todo acto humano, norma o institución, deben ser juzgados según la utilidad que tienen, esto es, según el placer o el sufrimiento que producen en las persona” en términos éticos, la utilidad suprema es la felicidad del mayor número de personas; los actos, normas o instituciones más beneficiosos son aquellos que potencian la felicidad y minimizan el dolor.

A simple vista, esto parece algo encomiable. Sin embargo, bajo esa óptica hedonista que asimila la felicidad como vivir para disfrutar ególatramente de los placeres, intentando evitar el dolor y la responsabilidad, gozando de las emociones placenteras sin racionalizarlas, conlleva a la noción de que todo lo que el ser humano hace es un medio para conseguir otra cosa a como dé lugar y a cualquier precio.

Entonces, aquél que tenga el poder, hará todo lo necesario para ejercerlo y conservarlo, no importa si para eso se miente o manipula a los demás; mientras estos sirvan, sean útiles a su objetivo (búsqueda de perdurar en el poder, o de retornar al poder por la fuerza, afianzar a sus colaboradores, disfrutar de las emociones placenteras, incurrir en crimenes, poner en peligro la vida y la integridad tanto física como psicológica de los demás, lograr impunidad e imponer su modelo), todo está bien. En otras palabras, el fin justificará los medios. Ese es el gran riesgo. Debemos evitar la instauración de líderes mesiánicos que de forma exagerada hacen culto de la conducta Iron Man, convirtiendo eso en un propósito de vida.

Si lo vemos bajo esa perspectiva, este héroe cinematográfico si bien hace todo lo posible por alcanzar su meta pero en ese sendero del utilitarismo excesivo se dan situaciones que hace de todo, incluyendo: pisotear, despreciar a las personas y obviar la libertad inherente a cada una de ellas. Muestra de ello, debido a dicha actitud también se provoca mayores problemas. Es importante medir las consecuencias de las acciones en pos de esa utilidad superior sin salirse del marco de la libertad, que a su vez, implica responsabilidad.

Se debe evitar caer en el libertinaje del utilitarismo maquiavélico (ese utilitarismo como fin, capaz de justificar cualquier medio sin asumir responsabilidades).