La Patria, tomada literalmente significa “tierra
de los padres” refiriéndose al afecto natural por el terruño, por los
lugares donde vivieron nuestros mayores, incluso por los tiernos recuerdos que
suscitan las vivencias e infinitas imágenes de nuestros barrios y comunidades;
es decir, se relaciona con aquellos vínculos de diversa índole, como ser: afectivos,
culturales, históricos y jurídico.
Sin embargo, no debemos entender a la patria, única y
exclusivamente como himnos guerreros, marchas, uniformes ni al estudio de la historia
en términos de municiones y pertrechos de guerra, pues como dice Alberto Benegas Lynch (h), “de
enfocarnos sólo en esos dislates nacionalistas, tarde o temprano conducen a la demanda
por líderes mesiánicos”, los cuales tanto daño hicieron y hacen a la
región latinoamericana, al extremo chauvinista de tratar de confundir los
conceptos de patria, vida y muerte, cuando éstos no son sinónimos, ni siquiera
son consecuentes.
Esta vida muchas veces transcurre en vanidad y
agigantamiento del ego personal, “distraídos” bajo un sistema de creencias sin
pensamiento analítico, crítico y reflexivo; por ejemplo: “creer” firmemente que
hemos venido a este mundo material para llevar una vida egocéntrica y acelerada
destinada a satisfacer todos nuestros deseos de forma intensa y lo más pronto
posible; "creer" que es la política y la fe en las
Constituciones, la pócima o el remedio a todos los males de este mundo,
alimentando de esta manera, las ansias de algunos por obtener el poder de forma
vitalicia asegurando su impunidad; “creer” que el cambio es mediante revoluciones,
guerras económicas y constantes reformas pero nunca apostando por la
regeneración humana, como si la vanagloria, la codicia o aquella mezcla de ego,
culpa y amargura disfrazada de religiosidad, fuesen fuente de vida, mientras
procrastinamos lo más importante y esencial.
Es necesario redefinir todo (la economía, el patriotismo, la política, la religión, etc.) pues
a nivel mundial seguimos haciendo lo mismo y todavía vivimos esperanzados en
obtener resultados distintos y mejores.
En ese sentido, amerita recordar al escritor y poeta
argentino Esteban Echeverría, quien
decía: “la patria no es la tierra sino la libertad, el que se queda sin
libertad se queda sin patria”.
Este 6 de agosto recordamos los 194 años de la
independencia de Bolivia, una festividad que conmemora la declaración del acta
de la independencia, un documento que dio la ansiada libertad a los bolivianos
y que proclamó la República de Bolivia.
Esa independencia “basada”
en la libertad. Esa libertad que implica responsabilidad (porque lo contrario, no sería libertad
sino libertinaje). De allí que esa independencia “sustentada” en la libertad es la que no solo nos hace artífices de
nuestro destino sino también responsables del mismo.
Advirtamos: “independencia no significa automáticamente libertad”; la experiencia así lo demuestra, por ejemplo: Marruecos, es un país independiente; sin embargo, las libertades brillan por su ausencia, especialmente en el ámbito de la libertad religiosa, éstas terminan siendo una paradoja.
En un país en dictadura existe violencia y
vulneraciones a las libertades, constituyéndose dicho territorio en una enorme
celda y aquel gobierno dictatorial en el carcelero; por lo tanto, el que se
queda sin libertad se queda automáticamente sin patria, pues ésta ha sido
arrebatada por el abuso de poder. Por
lo tanto, la PATRIA es en realidad la
libertad. Aquellas libertades individuales y públicas que son el fundamento de
la democracia y por ende deben verse garantizadas en aquella tierra natal o
adoptiva.
Esas libertades implican el respeto irrestricto por los
proyectos de vida de todos y cada uno de nosotros; y, es la buena educación
aquella columna vertebral de la convivencia pacífica, que nos permite comprender
que todos somos distintos y por consecuencia cualquier generalización resulta
del todo inconsistente, máxime si es gracias a esa libertad y a la desigualdad (por ejemplo: en talentos, dones, habilidades y destrezas), que
es posible experimentar el progreso.
Con todo ello, los invito a recordar el día de la
PATRIA también desde esta perspectiva
como del día de la LIBERTAD, porque
más adelante, quien sabe, con el devenir de los siglos, podríamos concluir con
las palabras de Jorge Luis Borges Acevedo: en el sentido de que “vendrán
otros tiempos en los que (todos) seremos cosmopolitas como querían los
estoicos”.