Ciro Añez Núñez
Existen frases comunes como: “los niños son la esperanza del futuro” o
“el futuro está en los jóvenes”. Si
bien esto podría ser cierto, cabe preguntarnos: ¿de qué futuro estamos hablando? o mejor dicho ¿qué futuro es el que deseamos?.
Es muy usual escuchar en algunas personas adultas mayores lo siguiente: “a estas alturas del partido, ya no me interesa cambiar mi carácter ni mis malos hábitos y menos aún promover cambios, eso les corresponde a los jóvenes, en ellos está la esperanza de mejorar este país”.
Actualmente, la juventud está bastante estimulada, motivada, entusiasmada y distraída con el boom de las redes sociales, el marketing digital, la idea de ser emprendedores, el posicionamiento de marca, etc.
Todo ello en sí mismo no es malo.
Este mundo necesita de emprendedores pero eso no implica perder el sentido
común y tampoco desmerecer la educación (buscar una mejor instrucción con conocimientos
de calidad).
La naturaleza egoísta del ser
humano existe y si a ello le sumamos ignorancia y codicia, los resultados
pueden ser catastróficos y hasta fatales.
Si una persona egoísta entiende mínimamente
de que si trata a los demás como él desea ser tratado conseguirá una mejor
sociedad, por lo tanto, aquella búsqueda adecuada del interés particular promueve
a su vez el bien común; sin embargo, tal situación no ocurrirá, cuando esa
persona egoísta pierde el sentido común y desprecia tanto la instrucción como
aquel principio moral antes mencionado, pues moviéndose únicamente bajo la
codicia, pensará que su estadía temporal en este mundo consiste tan solamente en
llenarse los bolsillos de dinero, y por consecuencia bajo la creencia de evitar
ser un minusválido laboral, vivirá pensando en “vender lo que sea y como sea”
al público con tal de obtener dinero sin importarle si durante ese andamiaje maltrata a sus
semejantes.
Si todos actuáramos de la misma
manera resulta que esta persona a pesar del dinero acumulado verá
que su sociedad es caótica además de peligrosa y no tardaremos entre todos
juntos de lamentarnos y exclamar a viva voz: “para conseguir mejores días son los niños y los jóvenes la esperanza
del futuro”.
De esta manera a veces repetimos clichés sin razonarlos. Pensar que los niños o los jóvenes son la
esperanza del futuro no es la solución a los problemas porque aquellos
niños y jóvenes son en realidad el reflejo de nosotros mismos y a su vez las
futuras generaciones que llegarán serán también el reflejo de nuestros hijos y
nietos, siendo todo ello una cadena continua por generaciones.
Por lo tanto, no podemos aplaudir
las expectativas porque son inciertas y peor aun cuando ni siquiera nos interesamos
por cómo se encuentran actualmente aquellos a quienes les estamos atribuyendo el
futuro por el simple transcurrir del tiempo.
Imaginemos una sociedad que NO le
interese instruirse, donde la conducta del ciudadano sea puro egoísmo, codicia e ignorancia supina, es decir, la total carencia de consideración hacia los demás (por ejemplo, que al ciudadano le de igual
reventar cohetes a cualquier hora de la noche sin importarle si sus vecinos no logran
descansar o estacione su vehículo en el lugar donde le plazca así sea que
interrumpa la salida de otro coche que se encuentra debidamente estacionado).
Esbocemos en nuestra mente una sociedad que se
encuentre acostumbrada a vivir de la subvención a cambio de perder sus propias
libertades individuales. Una sociedad que le encante la idea de vivir esperanzados
en que surgirán (por cuestión del azar)
grandes líderes mesiánicos que solucionarán todos los problemas de su país,
promoviendo el agigantamiento del Estado, donde reine la corrupción, la falta de calidad institucional
y la incertidumbre jurídica, donde se destruya el aparato productivo y la
institucionalidad, donde se restrinja en gran manera las exportaciones, donde se aniquile la inversión privada mediante
la represión tributaria, el gasto público enorme, la multiplicación del incentivo
perverso a costa de formalismos burocráticos, etc.; donde no exista el interés
en obtener educación de calidad y menos aún dotar de mejores condiciones de
salud a la población.
Imaginemos una sociedad donde la juventud sin tener ningún compromiso en proteger sus propias libertades individuales y sin encontrarse bien instruida anda buscando educar, informar y/o entretener a los demás por puro interés para que compren sus productos o servicios que están a la venta a través de plataformas virtuales denominadas hoy en día como redes sociales. Que aquella juventud piense que es muy emprendedora sin darse cuenta que en realidad solo se encuentra generando negocios pequeños y no empresa, los cuales en muchos de los casos son de corta o mediana duración y todo esto no se debe a factores de esfuerzo o dedicación sino al desconocimiento, al desinterés y a la no valoración de la libertad económica derivando en la ausencia de condiciones necesarias como para realizar entre otras cosas, grandes emprendimientos productivos de mayor escala en un país, donde se apueste por la tecnología, el desarrollo (bien remunerado) de los talentos, las habilidades y la gran innovación.
Imaginemos una sociedad donde la juventud sin tener ningún compromiso en proteger sus propias libertades individuales y sin encontrarse bien instruida anda buscando educar, informar y/o entretener a los demás por puro interés para que compren sus productos o servicios que están a la venta a través de plataformas virtuales denominadas hoy en día como redes sociales. Que aquella juventud piense que es muy emprendedora sin darse cuenta que en realidad solo se encuentra generando negocios pequeños y no empresa, los cuales en muchos de los casos son de corta o mediana duración y todo esto no se debe a factores de esfuerzo o dedicación sino al desconocimiento, al desinterés y a la no valoración de la libertad económica derivando en la ausencia de condiciones necesarias como para realizar entre otras cosas, grandes emprendimientos productivos de mayor escala en un país, donde se apueste por la tecnología, el desarrollo (bien remunerado) de los talentos, las habilidades y la gran innovación.
Con todo ello, para evitar identificarnos
con aquella sociedad antes descrita, no lo lograremos aferrándonos a las esperanzas
(sobre lo que pueda o no hacer a futuro niños y/o jóvenes) sino más
bien es tarea de todos (adultos, adultos
mayores, jóvenes y niños) contribuir en el mejoramiento “presente” para
obtener “un futuro” más alentador dado que el tiempo no es el pasado (pues es tiempo vencido) tampoco es el futuro
(ya que al ser algo incierto aún no es real), por lo tanto, el tiempo es el
presente. Es por eso que de la manera como utilicemos el tiempo determinará
cuan productivas serán nuestras vidas.