Ciro Añez Núñez.
Nos dicen que vivimos en
democracia y sin embargo obligan a las personas a que acudan a votar. El hecho
de obligar a los ciudadanos a votar parece algo más propio de un sistema
totalitario que de uno democrático.
El voto obligatorio
muchas veces promueve la elección de dictadores, puesto que éstos últimos
usualmente aducen total legitimidad bajo el argumento de que no se preocupen,
no se angustien, quédense tranquilos porque ese dictador fue elegido en unas
elecciones con cero abstención. Con todo ello y mucho
más, el voto debería ser voluntario y no obligatorio.
No se está diciendo que no se vote sino que no sea obligatorio. El "derecho" al voto no es una obligación y como todo "derecho" es disponible.
La libertad debemos
entenderla como ausencia de coacción. Es aquella condición de los seres humanos
en cuya virtud la coacción que algunos ejercen sobre los demás queda reducida,
en el ámbito social al mínimo. Este es el estado de libertad. En ese sentido,
el voto voluntario aumenta los espacios discrecionales de decisión de los
individuos y extraerlos de la potestad de un ente castigador.
Por
lo tanto, en vez de considerar al voto obligatorio como una defensa celosa a la
democracia más bien se debiera invertir en educación, en conocer nuestras
libertades para protegerlas y aumentar los esfuerzos para mejorar la democracia
en los partidos y agrupaciones ciudadanas, de donde surgen los liderazgos que
la sociedad requiere. Actualmente es casi usual ver a muchos partidos que están
capturados por camarillas y caudillos que mantienen el poder para nombrar los
candidatos más proclives a sus intereses. Entonces, si realmente se quiere
profundizar la democracia los esfuerzos debieran enfocarse en esta instancia.
En todos
las conversaciones y análisis en los medios de comunicación después de la
elecciones, se habla del “voto duro” sin importar siquiera si esas personas que
votan a ciegas saben realmente sus derechos y libertades, siendo muchas veces
obligadas a votar en la ignorancia sinónimo de imposición o actúan como
consecuencia de un clientelismo político, por ende esas personas menos aún
sabrán defender sus libertades. En ese contexto, con mayor razón el voto
obligatorio se convierte en un instrumento para imponer dictaduras y/o
hegemonías políticas.