Ciro Añez Núñez.
La Constitución boliviana (CPE), en su art. 14-I, afirma: “Todo ser humano tiene personalidad y
capacidad jurídica con arreglo a las leyes y goza de los derechos reconocidos
por esta Constitución, sin distinción alguna”, mientras que el art. 22, establece:
“la dignidad y la libertad de la persona
son inviolables. Respetarlas y protegerlas es deber primordial del Estado”.
Cuando hablamos de libertad, lo primero que debemos preguntarnos: ¿cuáles
son las cuerdas que nos atan? Es decir, deberíamos ver con claridad la realidad
y enfocarnos hacía dichas ataduras pues es la manera de cómo podemos evitar que
luego los postulados constitucionales no sólo queden en semántica o en ideas.
Porque si se cortan las cuerdas que atan, habrá obviamente, por consecuencia, una
mayor evidencia de libertad, antes no.
Si realizamos una introspección, probablemente encontraremos muchas ataduras,
de diferentes índoles, entre ellas, por ejemplo: la corrupción, el fanatismo,
el dogmatismo, la atadura del estatismo y la mentalidad del vasallo o del
lacayo utilitario.
La ligadura opresora del estatismo, se ve reflejado en aquellos países donde sus textos constitucionales, si bien podrán decir en teoría de que la soberanía reside en el pueblo, pero en la práctica, resulta todo lo contrario, es decir, la soberanía acaba residiendo en el Estado nacional, y que todos los individuos y asociaciones existen con el solo propósito de mejorar y desarrollar el poder y el agigantamiento del Estado, como si éste fuese una deidad. El estatismo, repudia el individualismo, las libertades individuales y exalta a la nación como un cuerpo orgánico encabezado por el Líder Supremo y alimentado por la fuerza, el autoritarismo y la imposición (Plano, Jack C, «statism». Political Science Dictionary. Dryden Press).
Es pues una forma de poder político ejercido de forma autoritaria, incluso
discrecional, por lo tanto, si siembras eso, no puedes esperar una cosecha distinta.
Es pues una estupidez pretender luego sorprenderse cuando empiezan las personas
y los pueblos a ingerir los frutos de dicha siembra, con sus apestosas
consecuencias.
En aquellos países que se encuentran trincados con esta forma de oprobio,
sus políticos conjuntamente con la turba de sus simpatizantes, plagados de intereses
deshonestos y falsa moralidad por conveniencia, podrán alegremente hablar de boca
para afuera sobre libertades individuales, propiedad privada y que acabarán con toda la
corrupción de aquel país; sin embargo, la amarradura del estatismo está impregnada
en ellos hasta sus tuétanos, reflejándose en sus pensamientos, razonamientos y
comportamientos.
Esta situación a muchos los lleva a la locura por sus ansias de poder, pues
una vez que lograron el cargo, consideran que todos están mal y que ellos
siempre están en lo correcto, sumado a la perversidad extrema que disfrutan del
mal ajeno, porque manipulan y esclavizan a su propio pueblo, multiplicándose el
abuso de poder, esto es, la corrupción.
Observemos desde la perspectiva económica, en cualquier país del mundo, sin
contribuyentes no hay Estado. El único que pone dinero es el contribuyente y quienes
no tributan, igual lo pagan, porque está en el precio de las cosas, en el
impuesto inflación, etc. Y si un Estado, no genera verdadera ética,
meritocracia, inclusión, seguridad jurídica, certidumbre jurídica, paz social,
incentivo a la inversión privada productiva; y, por el contrario, esclaviza a sus
pueblos vía infierno fiscal, cargas sociales excesivas y extremas, inseguridad,
fraude, pésimos servicios públicos, maltrato hacia el administrado, persecuciones,
sufrimiento a su pueblo, subvenciones, adjudicaciones torcidas o licitaciones maculadas, monstruosos endeudamientos, entre otros abusos más, que al final, termina siendo falsa aquella
noción de que la soberanía reside en el pueblo.
Adviértase, que una persona adolece de enfermedad mental, cuando ésta disfruta
del sufrimiento, del fracaso o de la desgracia ajena. Es enferma aquella
persona que desea que el otro, sea siempre menor que él, traducido en aquella
frase colmada de envidia, que afirma: "está
bien que tu crezcas y mejores, pero nunca, pues, más o mejor que yo",
padeciendo, por lo tanto, del Síndrome de Procusto, cuyo síntoma es molestarse
y demostrar agresividad hacia aquella persona que sobresale o destaca por algún
motivo. En ese sentido, muchos enfermos producen esta atadura tiránica o cuerda
opresora.
Por otro lado, la atadura de la mentalidad del vasallo o del lacayo utilitario,
se ve manifestada en aquellos países, tanto en su pueblo como en sus políticos,
cuando idealizan a las potencias mundiales, entran al juego de la polarización
(Ej.: aquellas absurdas y trilladas ideas
de Derechas Vs Izquierdas, con el objetivo de dividir a sus pueblos para mantenerlos,
débiles, peleados entre sí, sometidos, manipulados y dominados),
radicalizándose a un determinado polo, bando o bloque de potencias con
intereses geopolíticos, donde unos venden el cuento maniqueístas de que son
ellos los buenos mientras que los otros son los malos; o, que unos son los terroristas
y viceversa, cuando en realidad, sólo reinan intereses donde el enemigo de su
enemigo es su aliado circunstancial, ni siquiera es su amigo, porque si los
tiempos cambian, cualquier rato lo desconocen o sacrifican, para preservar sus
propios privilegios e intereses deshonestos.
Esta cadena mental (del vasallo o del
lacayo utilitario) es peligrosa, porque pueden convertir el territorio de
sus países en patios de guerras proxy o de lucha de potencias internacionales,
donde los muertos son colocados por dichos pueblos mientras los corruptos de
aquellos países se enriquecen bajo una serie de excusas o pretextos, entre
estos, por ejemplo, el chauvinismo o el patrioterismo, instaurándose en dichos países,
regímenes autoritarios con presidentes títeres de algún bando de potencias, al cual,
ellos por pura codicia, lujuria, avaricia de poder y supuestos estatus, están dispuestos
a ser sus vasallos.
Con todo ello, lo importante para los pueblos en sus respectivos países, es
que cada ser humano, vea la realidad con claridad, no se conformen con la simple
“sensación” de “confianza” que supuestamente les genera sus "creencias" porque así
escucharon a otros decir o repetir algo y tan sólo por eso, “creen” que es así.
Todo por imitación sin ninguna reflexión.
Si realmente se desea la libertad, conservarla y que ésta sea realmente inviolable,
más que obstinarse en las creencias es mejor “la claridad”, esto es, hablar siempre
basados en la propia experiencia de vida (no
en las creencias), observar con absoluta atención la realidad (tal como es, no con los sesgos de como deseáramos
que sea, ni como nos dijeron que era, sino lo que es. No vivir buscando consuelo
sino solución); por ende, tener un total involucramiento personal en la
toma de las propias decisiones y el destino de sus propios países, donde exista
auténtica protección a la vida, salud, libertad y propiedad privada de las personas.
Y no como un avestruz, pretender esconder su cabeza debajo de la tierra, no hablando
estos temas ni interesarse por entender y/o comprender mejor su propia experiencia
de vida en sus respectivos países. Tienes una sola vida, vívela de la mejor
manera posible.