martes, 18 de octubre de 2011

¡Que lo dulce no se haga amargo!.


Gary A. Rodríguez A., es economista y Gerente General del IBCE.

“La vida del ciudadano tiene que ser permanentemente dulce, no amarga como pasó”, dijo Mariano Aguilera Tarradelles, Presidente del Ingenio Azucarero Guabirá SA, en una entrevista televisiva refiriéndose al desabastecimiento de azúcar vivido por Bolivia a fines del 2010 y principios del 2011, rompiendo muchas décadas de soberanía alimentaria.
 
Precios artificialmente bajos fijados por la autoridad competente para el mercado interno, frente a precios altos en derredor, alentaron la salida de contrabando de nuestra azúcar para beneficiar a peruanos, paraguayos, argentinos y brasileros, y a los contrabandistas. La baja de la producción de caña en un 30% durante el 2010 por la falta de agua consumó un panorama ciertamente desolador. Bolivia se vio ante la terrible necesidad de importar más de 90.000 toneladas de azúcar por 78 millones de dólares en el 2011. La escasez de azúcar nacional y su dolorosa importación le amargó la vida a muchos.

Especulación y malos tratos a los consumidores, largas colas -en medio del frío, viento, lluvia o calor- por un poco de azúcar dosificada, como en los mejores (¿o peores?) tiempos de la UDP, molestaron a la población. La lección aprendida fue que no se puede ignorar al mercado y que el buen deseo de tener precios bajos cuando no se puede controlar el contrabando termina complicando la vida al ciudadano y a los propios gobernantes.

Que el sector azucarero se pudo rendir, es verdad, pero no fue así. Como buen productor agropecuario -que no vive de la política ni cobra sueldo a fin de mes- arriesgó su capital y apostó una vez más por Bolivia, ampliando a 130.000 hectáreas la siembra y renovación de cañaverales endeudándose y arriesgando su patrimonio.

Contra viento y marea, el sector cañero hizo lo suyo y generó empleo e incluso estuvo de acuerdo -junto con la industria- a que el azúcar se deba vender a un precio módico acorde al mercado, lo que se sigue haciendo hoy. Con el favor de Dios, la sequía no impidió que la caña sembrada produjera una buena cosecha, avizorándose un gran excedente de azúcar en puertas. El sector cumplió, y ahora lo que precisa son buenas señales hacia adelante.

Y, como ya se oye hablar de una “nueva agenda” -ojala sea la productiva aún pendiente- traducida en buenas políticas públicas que confíen en el sector productivo y apuesten por él.

“Si hay azúcar excedentaria, tenemos que exportar; caso contrario, fregamos la siguiente zafra”, dijo también Aguilera, explicando que si se produce en demasía y se no exporta “no tendría sentido hacer más azúcar en adelante”. Si los ingenios muelen menos el cañero sufrirá, pues sembrada la caña no podrá ir para atrás. Cuando al agricultor -que debe vérselas con la sequía y la lluvia- no se le asegura el poder vender su producto, más temprano que tarde se irá a otro cultivo ya que nadie trabaja para perder. O, ¿no ocurrió precisamente esto con el maíz?

Antes de finalizar octubre los cañeros tienen que “revolcar” la tierra para sembrar nuevamente. Por tanto, es recomendable que el Órgano Ejecutivo emita señales rápidas, claras y contundentes, con la finalidad de que la producción decaiga.

Si el consumo nacional de azúcar -menos de 8 millones de quintales- está más que garantizado con los 2 millones de quintales importados y los 10 millones que se producirán en esta zafra, ¿por qué no premiar con la exportación a los muchos que cumplieron y se esforzaron para endulzarnos la vida que unos pocos la amargaron?.

Fuente: http://www.hoybolivia.com/