Ciro Añez Núñez.
Abordar el problema de la evaluación supone necesariamente tocar todos los
problemas fundamentales de la pedagogía. No sólo se trata de aprendizaje
memorístico (culto a la memoria).
Las formas tradicionales de evaluación, tienen mayormente un enfoque más
sumativo, están muy relacionadas con las teorías conductistas del aprendizaje,
es decir, este tipo de evaluación resulta deficiente pues sólo interesan los estados inicial y final,
obviando muchos otros factores más, por lo tanto, son sesgados no integrales ni
integradores.
Los principios de la evaluación son: a) la integralidad (la evaluación no es un proceso aislado, es
parte esencial del proceso educativo, por consecuencia amerita coherencia con
los otros componentes curriculares que intervienen en dicho acto); b) la
continuidad; c) lo diferencial (debe emplearse
diferentes medios e instrumentos para la obtención de las evidencias, lo cual
conlleva necesariamente la utilización e integración de las distintas
evidencias para formular un juicio de valor); y, c) la educabilidad.
En cuanto a diseño curricular, existen tres enfoques, a saber: enfoque por
objetivos, por competencias y por capacidades. Y en cuanto al ciclo de
aprendizaje, por ejemplo, cabe mencionar a David A. Kolb y Roger Fry, quienes
crearon el conocido como “Círculo del
aprendizaje a través de la experiencia”.
Según Kolb, a la hora de aprender se ponen en juego cuatro capacidades
diferentes: 1) Capacidad de Experiencia Concreta (ser capaz de involucrase por completo, abiertamente y sin prejuicios
en experiencias nuevas); 2) Capacidad de Observación Reflexiva (ser capaz de reflexionar acerca de estas
experiencias y de observarlas desde múltiples perspectivas); 3) Capacidad
de Conceptualización Abstracta (ser capaz
de crear nuevos conceptos y de integrar sus observaciones en teorías
lógicamente sólidas); y, 4) Capacidad de Experimentación Activa (ser capaz de emplear estas teorías para
tomar decisiones y solucionar problema).
Otros desean resumirlas bajo los términos de “conocimientos, destrezas,
actitudes y cualidades”. Y algunos dentro del área de los “conocimientos”,
buscan ceñirse en mapas conceptuales, donde el docente debe saber los conceptos
y limitarse únicamente a ser un dador de conceptos, olvidándose que no educas
cuando impones convicciones sino cuando suscitas convicciones personales
tampoco educas cuando impones la verdad sino cuando enseñas a buscarla
honestamente, máxime cuando muchos todavía siguen confundiendo las creencias
con la verdad. No se aproxima a la verdad o a lo cierto, con la sola imposición de
conceptos (en un determinado momento o presente histórico).
Hoy en día, con el inmenso desarrollo de la tecnología de la información y
la comunicación, estamos cundidos de información de todas las áreas del
conocimiento y también existe mucha polución, dando lugar muchas veces a una
ignorancia bien informada, debido principalmente a la falta de lectura, investigación, discernimiento y análisis.
En el mundo de la educación superior, a diario, se habla de creatividad (educar para el cambio y formar personas con originalidad, flexibilidad, visión, iniciativa y confianza. Profesionales resilientes ante los riesgos y listos para afrontar los obstáculos y problemas que se les presentarán en su vida), innovación (proceso por el cual se modifica y mejora algo, que puede ser un producto o una idea) y disrupción (es una interrupción o rompimiento de la manera tradicional de hacer algo), los cuales estos tres se interconectan; sin embargo, para motivar estos atributos, no es repitiendo lo mismo de siempre.
Por ejemplo, en cuanto al
área de “conocimientos”, el docente más que ser un dador de conceptos (cuando casi todo puede encontrarse en el
Internet mediante la búsqueda y la debida selección, sumado a ello la
Inteligencia Artificial), tiene que ser un óptimo motivador de pensamiento
crítico, reflexivo, analítico y creativo.
Como indicamos, las áreas de las actitudes (desarrollo emocional) y las cualidades (la ética, la moral, los principios éticos morales), conjuntamente con el conocimiento y las destrezas, son partes integrantes del ciclo de aprendizaje.
Entonces, al momento de evaluar a los postulantes a las máximas
autoridades judiciales, no sólo es conocimiento, también son destrezas (esto
es, la manera eficiente y ética de resolución de problemas sociales o de conflictos entre particulares en un contexto jurídico judicial), asimismo, las actitudes y las cualidades (mediante test especializados con verdaderos
expertos en dichas áreas, no a través de simples y deficientes lectores de
bolos o papelitos escritos ni ser suplidos con la redacción de informes escritos
que consiste en un resumen de una evaluación sesgadas, insuficiente y
defectuosa, anunciando a las personas supuestamente habilitadas).
La ética en el servicio, se ve reflejada, por ejemplo, cuando un profesional ético es aquel que es auténticamente íntegro, que hace el bien en su profesión haciendo bien su profesión (ser realmente bueno, en lo que dice ser y hacer).
Un profesional ético no es
aquel que se enriquece con la mentira, el engaño, la corrupción, la falsedad y
la hipocresía. La “integridad” se plasma en la conducta basada en el
cumplimiento permanente de los principios éticos morales en la vida.
Aquel que consigue (lo que sea) mediante la mentira, el engaño y/o la corrupción, no es un gran profesional por mucho que salga en la prensa, al contrario, en realidad es un delincuente o un maleante.
Como bien sabemos, exagerar es una forma de mentir, así como el
confundir o el cambiar el significado de las palabras es otra forma de engañar,
por ejemplo, por tener y/o aparentar lujos o porque viaje mucho no implica ser una persona de bien o
que ésta sea una persona feliz, exitosa y demás calificativos; así como también, por el solo hecho de tener
memoria tampoco significa ser una persona con un alto nivel de conciencia (Ej.: suicidarse por un partido de fútbol; quitar la vida a otro, por un celular, por celos, por dinero, por pasiones, denota un reducido nivel de conciencia); o, por ser
instruido no supone ser educado.
No se debe ser despectivo ni arrogante con ninguna profesión u ocupación (ninguna es más ni menos que la otra. Es
decir, no porque una persona sea de tal ocupación -Ej.: criador o vendedor de
pollos- será poca cosa como persona en comparación a otra en otra ocupación
– arquitectura, profesor, agrónomo, ingeniero, etc.).
Ser persona decente no tiene nada que ver con tener poca o mucha opulencia. Decir decente es ser íntegro.
Aquel que dice ser ciertamente "bueno" en algo, debe serlo y demostrarlo en los hechos (en su conducta), por lo tanto, resulta totalmente absurda, aquella falsa creencia de que un profesional (sea de la profesión u ocupación que sea) solo porque para saliendo en los medios de comunicación y/o en las redes sociales, automáticamente se lo considere como apto para ser un brillante docente o profesor universitario, menos aún puede considerárselo ético porque resulta que aceptar un cargo al cual no está verdaderamente apto, obviamente es antiético, así como el ocupar el cargo de evaluadores sin saber nada de dicha área, es sin duda alguna una conducta no ética.
Con todo ello, el haberse evaluado de forma inexacta e incompleta el aprendizaje profesional de los postulantes, sin tomar en cuenta de forma eficiente: las destrezas, las actitudes y las cualidades (ética y moral), y sin haberlo realizado con un equipo de manera verdaderamente serio, profesional, solvente y transparente, conlleva tan solo a una simulación y recreación de un supuesto proceso evaluativo.
La transparencia no sólo consiste en transmitirlo por
Facebook Live o por la tv. La transparencia es un indicador fundamental de la
calidad de los gobiernos democráticos y, entre los factores que lo integran,
concurre la efectiva rendición de cuentas.