domingo, 16 de octubre de 2022

Más inteligencia moral y menos bribonadas.

Ciro Añez Núñez*. 

La inteligencia se ha definido de muchas maneras, así como en psicología, inteligencia es la capacidad cognitiva y el conjunto de funciones cognitivas como la memoria, la asociación y la razón. Se puede entender también como la habilidad o destreza para realizar algo. Esta palabra procede del latín intelligentĭa (que indica la cualidad del que sabe escoger entre varias opciones).

Otros afirman que es la capacidad de lógica, comprensión, autoconciencia, aprendizaje, conocimiento emocional, razonamiento, planificación, creatividad, pensamiento crítico y resolución de problemas. Y en términos más generales, también se dice que es la capacidad de resolver problemas, planear, pensar de manera abstracta, comprender ideas complejas, aprender de la experiencia.

Lo cierto es que todos los seres humanos tienen inteligencias múltiples, pero cada uno tiene predominancia de una o varias y las combina y usa de diferentes maneras; sin embargo, no debemos usar el término “inteligencia” en lenguaje oblicuo para confundir y encubrir realidades concretas, a manera de dar realce o dar alguna dignificación a lo perverso y pútrido.

La inteligencia moral incluye otros componentes, como la ponderación, moderación y mesura, el equilibrio y la templanza, la cordura, el saber escuchar, un cierto distanciamiento de lo inmediato para ganar en objetividad, y la armonía, evitando innumerables ausencias morales pues siempre existirán personas que se desconectan en sus vidas de la dimensión moral para justificarse.

En ese sentido, es menester, llamar a las cosas por su nombre, por ejemplo, no hay que confundir persona inteligente con un bribón, ruin o galopín. Y tampoco, caer en el fatuo envanecimiento de creer que es exquisitez, genialidad, gran estrategia letal o sagacidad resolver los problemas, si por debajo (internamente) existe corrupción o hipocresía disoluta (simulación, tibieza y permisibilidad en la corruptela) para abordar aquellos conflictos que se solucionan, pues no debemos olvidar que lo externo es tan solo simple fachada o apariencia.

Si bien, el semblante podría fingir que todo es pulcro, pero internamente está podrido (corrupción). Esto podríamos también denominarlo como hipocresía, cuando el comportamiento es de forma contraria a los valores sostenidos por el mismo individuo, o de actuar en consonancia a principios que al mismo tiempo se critican, escondiendo sus intenciones y verdadera personalidad.

Nuestros niños y jóvenes de nuestro país y de Sudamérica, merecen mejores modelos de vida a seguir, sin confundir y desaprovechar el tiempo de ocio (descanso u ocupación reposada, especialmente en obras de ingenio, porque estas se toman periódicamente por descanso de otras tareas) distorsionándolo (bajo el pretexto de aburrimiento) con la permanente jarana y pérdida de tiempo, deleitándose de forma inmutable en trivialidades superficiales, visualizando los eventos serios o trágicos con complacencia o indiferencia, enfervorizado en las modas, estilos, tendencias, chismes, conversaciones livianas, sin valor sólido y fuera del marco constructivo sino todo lo contrario: destructivo y fragmentario.   

No se debería dar demasiada importancia a la excesiva distracción, espectáculo y/o entretenimiento (ocupándose y viviendo únicamente de ella), por encima de la productividad integral tampoco moverse admirando la portada de la simple vanidad, codicia, avaricia, distracción, entretenimiento y frivolidad, pues lo que perciben de forma reiterada pueden incluso normalizar lo malicioso y vil; por ejemplo, al ver mucho enriquecimiento ilícito e impunidad, sumado a esto, evidenciar que con ello los bribones consiguen satisfacer sus propios deseos y pasiones de forma rápida, mostrando exitismo, fama, efectividad, opulencia, lujo y supuesta felicidad; llegando al colmo, de creer que eso es de personas “muy inteligentes”, al extremo desvergonzado, de que si existe alguien que los cuestione por tratarse tan sólo de lumpen, llegan a afirmar: “llámenlo como quieran, aquel que no esté de acuerdo, es tan sólo un envidioso”.

En consecuencia, muchos adolescentes en edad productiva podrían estar aspirando a tales despropósitos en sus vidas, sin buscar la excelencia, la calidad humana, desplegar sus talentos en áreas técnicas, tecnológicas, profesionales, entre otras, sin exigirse ni esforzarse por un mejoramiento continuo, de desarrollo y progreso integral con integridad, donde se busque constituir un sector formal privado vigoroso, pujante, con bajos impuestos y bajos aranceles, no camuflados con lavado de dinero, el lobby (como tráfico de influencias), el amiguismo, la competencia desleal ni aparentando con puras mentiras (quiebras fraudulentas para evasión, maquillaje de estados financieros, entre otras modalidades engañosas); aspirando y promoviendo revoluciones industriales y no la letanía de revoluciones fanáticas, políticas y dogmáticas.

Si bien no todos pueden llegar a ser un Polímata (homo universalis o persona universal. Un polímata es un individuo que posee conocimientos que abarcan diversas disciplinas. Que puede ver la imagen más completa y no sólo un píxel de la imagen) o una Andrómeda (mujer que puede con todo); sin embargo, individualmente, cada persona deberíamos tratar de lograr serlo, en el desarrollo, acorde a los varios talentos que cada ser humano posee.

Como electores no debemos olvidar de ser pragmáticos y exigir a los gobiernos de turno que exista un Estado garante de libertades y de los derechos de propiedad privada, del comercio interno e internacional, seguridad tanto jurídica como ciudadana con verdadera separación e independencia de órganos del Estado, de pesos y contrapesos, y sus controles, pues la democracia se consigue todos juntos (no divididos por distracción, rivalidad o confrontación) mediante libertad política colectiva.

*Asesor legal empresarial y abogado de litigios.