sábado, 4 de diciembre de 2021

Locura de codicia, lujuria y desfachatez.

Ciro Añez Núñez



El dinero no es malo, es importante, es un medio de intercambio de bienes y de servicios, hay que saber administrarlo. Lo malo es la corrupción. El dinero no guarda relación con ser feliz o no, pues el amor auténtico y la felicidad, no se compran con dinero.

El problema está en la mentalidad de angurria al dinero (la codicia), es necesario quitar aquella engañosa y falsa creencia de que hemos venido a este mundo únicamente a hacer dinero (como sea, sin importar si es mediante el contrabando, la mentira, la corrupción, el narcotráfico, lavado de dinero, ser palo blanco - testaferro-, comercio ilegal de joyas, el engaño, robando, saqueando el dinero de los contribuyentes, entre otras modalidades delincuenciales, con tal de obtener satisfacciones plenas, lujuriosas, cumpliendo con todos nuestros caprichos y deseos de ostentar o figurear); y, luego morir.

No debemos basar nuestro éxito únicamente en los recursos económicos (recordemos, lo material siempre se deprecia). Aquella búsqueda del “ya la hice” refiriéndose a obtener más dinero como realización plena en la vida es tan vacía; pues al final, física y materialmente, todos terminamos parejos (moriremos y nos convertiremos en polvo). No saboteemos nuestro futuro viendo únicamente cosas temporales en el presente.

Se debe defenestrar aquella noción común y corriente de que transcender en este mundo consiste específicamente en hacer inversiones monetarias que genere más dinero sin importar en nada la calidad humana, olvidándonos que cuando llegue aquel día en que nos toque dejar este mundo nada de aquello que pensamos como trascendente fundado en dinero lo podremos llevar y menos aún sabremos si finalmente se hizo conforme a nuestro capricho.

Es menester entender que desarrollo no es sólo crecimiento del PIB, así como también no se mide el progreso únicamente desde el parámetro del crecimiento económico porque puede resultar catastrófico si no va acompañado de los presupuestos de respeto y cumplimiento de los valores y principios éticos morales y sustentables.

En estos tiempos resulta que el orgullo, la hipocresía, la envidia, el egoísmo y la vanidad valen más que las vidas humanas (llegándose al colmo en algunos casos donde la vida y las libertades individuales se encuentran tazadas económicamente).

Es una verdadera lástima aquella hipocresía de decir de boca para afuera: “tolerancia cero a la corrupción” pero que, en la práctica, resulta que existe una “gran tibieza”, pues siempre trataran de llevarse muy bien con todos (sean estos delincuentes corruptos o no), son simples utilitarios porque al final desean beneficiarse de todos ellos sin perder privilegios (anhelan que todos sean sus amigos o conocidos), dado que ansían ganar rédito económico, influencias e inmunidad para estar supuestamente "bien", aduciendo ellos (es decir “los tibios”) de que son muy inteligentes o genios y para sentirse justificados colocan de pretexto y autosugestión la frase: "quienes nos critiquen, son unos tontos envidiosos puritanos", olvidando lamentablemente que es debido a esa hipocresía cómplice, que la corrupción es permitida y la delincuencia, la mafia, la criminalidad, se convierten en un peligroso monstruo gigante de mediocridad que genera total incertidumbre a todas las personas, poniendo en riesgo su vida, salud, libertades individuales y su patrimonio (propiedad privada).

Por ejemplo, funcionarios corruptos que se llevan una fortuna de los fondos públicos, resulta que ese dinero en realidad es de todos los contribuyentes, no es que están saqueando a un ente invisible, llámese Estado, municipio, gobernación, ministerio, etc.  

Todo esta situación de corruptela generalizada, la cual es permisible por esa hipocresía y tibieza, está llegando al extremo, que ya existen quienes no ven otro futuro para sus hijos, que el buscar otros nuevos horizontes fuera de su país, pues el nivel de sinvergüenzura y mediocridad llega al colmo de ver que el delincuente sale de forma anticipada de las cárceles gracias a leyes permisivas; que aquel que hace fraude, sin sonrojarse, exhorta y desea convertirse en el paladín de la lucha contra la corrupción; el agresivo aun propiciando violencia y terror a su prójimo, tranquilamente se pasea libremente por el país sin ninguna restricción; y, que los corruptos, habiéndose llevado millones de los contribuyentes disponen algunos miles de dicho botín para seguir corrompiendo en búsqueda de impunidad porque entienden que en este país, la corrupción les resulta rentable, favorable e impune y lo que es peor, que además la misma es socapada y defendida por muchos tibios desvergonzados.        

Seguimos creyendo que lo tangible es más valioso que lo intangible, por ejemplo: un ladrón es capaz de matar a un ser humano (con todos sus dones y talentos que lleva consigo) por poseer un teléfono celular, un funcionario corrupto aplicando sicariato judicial puede poner precio a una disposición, a una interpretación normativa, a un derecho propietario o a la libertad de una persona, etc.

Cuando se ocupa un cargo público o algún puesto jerárquico en una empresa es oportuno extirpar aquella idea del “ahora es cuando” me enriquezco como sea y a como dé lugar (aunque ello implique hacer negocios con las desgracias ajenas, otorgándoles beneficios y favoritismo al mejor postor sin dejar de aparentar una supuesta eminencia o mantener una especie de aura de superioridad y pulcritud fundada en la arrogancia y vanidad en sus gestos y formas de expresarse).

Las instituciones que son vitales para un Estado de Derecho no deben degenerarse ni convertirse en lumpen; por lo tanto, el verdadero cambio es a través de una “regeneración” no es por el sendero de las continuas y constantes reformas cuyo fruto es mayor incertidumbre jurídica.

Todo cambio externo (de fachada) es simple reforma mientras que el cambio interno es verdaderamente capaz de producir transformación.

La Constitución boliviana (CPE) cuenta con un amplio catálogo de derechos, principios y valores; sin embargo, de nada servirá tenerlos estipulados, si en realidad, nosotros mismos no estamos realmente convencidos de ellos y sólo lo tenemos contemplados para simple portada, simulación y ser utilizados como retórica o de relleno para dar más ampulosidad de sustentación teórica o parafernalia argumentativa a una ley, un decreto, un reglamento, una ordenanza o una sentencia.  

Entre los valores supremos constitucionales, previstos en el art. 8-II de la CPE, se encuentran “la transparencia y la responsabilidad”, por lo tanto, éstos deben concretarse como metas que se traza una sociedad tomando a los principios constitucionales éticos morales establecidos en el art. 8-I de la CPE (como ser, por ejemplo: “no seas flojo, no seas mentiroso, no seas ladrón”) como reglas de interpretación que permitan alcanzar todos los valores supremos constitucionales.

Ese es justamente el propósito de existencia de dichos valores y principios constitucionales. Debemos creérnosla, por nuestro propio bien, sino no tendrá ningún sentido práctico.

Todas las autoridades del país deberían dar el ejemplo en esto y también todos los bolivianos debemos exigirlo (hacer cumplir la constitución, las leyes y combatir todos los actos de corrupción), pues constituye un deber constitucional (art. 108 de la CPE).

En la comisión de actos de corrupción, no se trata tan sólo y únicamente de una persona, por cuanto, usualmente se requiere de toda una participación criminal (arts. 20 y siguientes del Código Penal), y si en dichos actos corruptos existen quienes, “a sabiendas”, como consecuencias de tales delitos de corrupción, gozaron de sus beneficios delictivos (adquiriendo, poseyendo o utilizando estos bienes, recursos o derechos) también incurren en ilicitud (art. 185 Bis del Código Penal).

Todo delito es personalísimo, por ende, la responsabilidad penal no puede trascender a personas que no participaron y desconocían de tales actos, sean o no parientes.

No perdamos el sentido común ni lleguemos a la absurdez, de a lo malo decir bueno, y a lo bueno malo; ni tratemos de disfrazar la luz en tinieblas, y de las tinieblas luz; lo amargo por dulce, y lo dulce por amargo, pues perennemente estaremos viviendo de crisis en crisis, cada vez menos civilizados ante la pérdida total de los principios cuando son éstos la señalética traducidas en el “vivir bien, en la vida noble, armoniosa, buena y tierra sin mal” (suma qamaña, ñandereko, teko kavi, ivi maraei y qhapaj ñan, art. 8-I CPE) para la concreción de los valores supremos constitucionales. No permitamos que Bolivia llegue a ser etiquetado de manera consolidada como “¡vaya vergüenza de país!” por toda esa locura de codicia, lujuria y desfachatez.

Sin el pasado no hay presente y sin el presente no hay futuro, por lo tanto, es ahora que debemos de manera individual constituirnos en una mayor influencia positiva en nuestro propio entorno, para que entre todos podamos tener un mejor futuro. 

No pensemos que todo lo óptimo surgirá de la nada, repitiendo los mismos hábitos perniciosos, sin hacer ningún esfuerzo ni cambio de conducta. No es así, pues toda transformación, como bien sabemos, es interna, es personal y no olvidemos que también se considera locura el hacer lo mismo, una y otra vez, esperando resultados diferentes.