martes, 29 de junio de 2021

Fatal Ignorancia Arrogante.

Ciro Añez Núñez.

La fatal ignorancia usualmente viene acompañada de la arrogancia, que no es otra cosa, que la soberbia que nace de ésta (es decir: excesiva confianza basada en la ignorancia), y con el propósito de auto justificarse, inclusive llega a confundirla con valentía. 

La valentía se refiere a la actitud y determinación con la cual un individuo hace frente y responde ante una situación de peligro o riesgo, lo cual es muy distinto, que una persona (sea ésta culta o no) debido a su propia ignorancia, arrogancia e inseguridad (Ej.: pretendiendo mimetizar conflictos personales), se provoque a sí mismo situaciones de peligro y riesgo.

Cabe recordar las palabras de Charles Bukowski, quien afirmaba: “No debemos confundir la valentía con la ignorancia, pues el ignorante puede parecer muy valiente no sabiendo calcular correctamente los riesgos que corre”.

Por su parte, el dramaturgo y poeta francés Molière, usando expresiones más bruscas, señaló: “Un tonto ilustrado es más tonto que un tonto ignorante”.

En otras palabras, debemos tener la perspicacia de evitar autoengañarnos al confundir acto de valentía cuando aquellas situaciones de peligro, temor o riesgo, en realidad, resultan ser el efecto de la ignorancia en las decisiones tomadas. Es decir, la lógica consecuencia de una inadecuada decisión.

Un principio fundamental de la teoría de decisiones racionales (esto es, no tomar decisiones bajo emociones sino mediante inteligencia emocional) consiste en que las personas seamos capaces de analizar información relevante y considerar todos los escenarios posibles derivados de las distintas opciones de decisión, por cuanto, esto conlleva a un cierto pronóstico del comportamiento futuro de las variables sobre las cuales decidimos.

Todo lo antes mencionado aplica tanto para las decisiones financieras como para todas las que cotidianamente tomamos.

Es así que, en el ámbito de la economía y los negocios, el costo real de la ignorancia financiera implica confundir inversión con sumatoria de deudas y abundancia de gastos; así como también flujo con stock; y, en el caso de los Estados, si estos deterioran enormemente su solvencia, lógicamente pueden caer en escenarios de inflación, más aún si los gobiernos se lanzan a emitir descomunales cantidades de deuda pública sin ningún tipo de plan sobre cómo amortizarla en el futuro.

En el caso de una deflación, ésta es el resultado de una serie de excesos en el pasado, por aquellos gobiernos, que alientan el desenfreno crediticio y posterior contracción; con lo cual, mientras que en inflación equivale a subida de los precios, en la deflación implica la caída de los mismos.

Como podemos advertir, la fatal ignorancia tiene un alto costo para las personas, las sociedades y los países, peor aún si los individuos acaban confundiendo ignorancia con valentía, para terminar simplemente utilizados, ocasionándose absurdos sufrimientos y autoflagelación.

De allí, la importancia de valorar y promover las ideas que incentivan y protegen las libertades individuales frente al abuso de poder (el cual es reflejo de un estatismo desbocado), tratando siempre de ver y analizar las cosas, las situaciones y las circunstancias con un enfoque interdisciplinario.

Por ejemplo, el Derecho desde una perspectiva económica es información y es instrumental (bien de capital), por cuanto en una sociedad existen leyes como también costumbres, y es el individuo finalmente quien de acuerdo a su escala valorativa decide que normas obedece en función a sus intereses individuales; por lo tanto y en realidad (en los hechos), éste no sigue necesariamente los propósitos del legislador.

A manera de conclusión, referirnos a Hayek, quien era un convencido de que son las ideas aquello que define la evolución social y económica de las naciones y el auge o caída de estas. Y su vez, mencionar a Keynes, quien decía: «Las ideas de los economistas y de los filósofos políticos, tanto cuando tienen razón como cuando están equivocados, son más poderosas que lo que comúnmente se cree» y “los hombres prácticos, que se creen completamente inmunes a toda influencia intelectual, son generalmente esclavos de algún economista difunto”.