Ciro
Añez Núñez
Las noticias dan cuenta sobre el peligroso
incremento de la delincuencia. Ya no es novedad escuchar la consumación de
delitos porque éstos ocurren casi a diario.
Las asociaciones delictuosas están al
orden del día y cada vez más la población siente el impacto de las pandillas
juveniles.
Ya se han realizado varias cumbres
departamentales y nacionales de alto nivel sobre inseguridad ciudadana; sin
embargo, han quedado solo en discursos y en un manifiesto de buenas intenciones.
Es hora que entendamos que una sociedad no
se cambia por decreto, leyes ni sentencias. El mejor combate a la delincuencia
no se encuentra en los tiempos de los poderes ejecutivos, legislativo o
judicial sino más bien en el tiempo y en el rol de los padres (Vid. pág.
228 del libro “Los delitos de corrupción”, Ed. El País, 2011).
Al decir que es el tiempo de los padres y
de la educación integral, no sólo consiste en la educación formal que imparten
los colegios sino también en la educación primordial de los padres enseñando la
virtud con el ejemplo.
La fuerza más poderosa en la vida de un
niño, es lo que ellos ven hacer a sus padres, no lo que escuchan decir a sus
padres. Lo que los padres dicen es importante, pero lo que hacen los padres es
vital.
Como padres debemos esforzarnos por llevar una vida de integridad (Ej.: ser veraz; defender lo que es correcto; elegir buenos amigos no necesariamente por su potencial económico sino principalmente por su integridad; cumplir las promesas o la palabra empeñada - si hemos prometido algo a nuestros hijos debemos cumplirlo -). Se debe valorar la integridad más que la imagen, la frivolidad y la popularidad.
Como padres debemos esforzarnos por llevar una vida de integridad (Ej.: ser veraz; defender lo que es correcto; elegir buenos amigos no necesariamente por su potencial económico sino principalmente por su integridad; cumplir las promesas o la palabra empeñada - si hemos prometido algo a nuestros hijos debemos cumplirlo -). Se debe valorar la integridad más que la imagen, la frivolidad y la popularidad.
Los recursos económicos no tienen nada de malo pero no debemos basar
nuestro éxito únicamente en ellos (lo material siempre se deprecia). No debemos creer que tenemos todo, tan
solo por tener más dinero que otros; pues al final, física y
materialmente, todos terminamos parejos (moriremos y nos convertiremos en
polvo). No saboteemos nuestro futuro viendo únicamente cosas temporales.
Todos aquellos jóvenes que componen las pandillas en nuestro país,
son muchachos con graves problemas familiares y existenciales debido a la
ausencia de un hogar donde exista amor, disciplina y orden; logrando tapar ese
vacío incursionado a las pandillas, la cual es como una seudo familia carente
de principios y valores morales, donde se incentiva la holgazanería, el vicio y
la degeneración humana.
Por lo tanto, las pandillas vienen a ser una fuga social ante la
falta de pertenencia, reemplazando el fracaso familiar, siendo presas del
negocio furtivo principalmente de la venta y el consumo de las drogas.
Cada pandillero es en realidad un hijo que cuenta con un padre y
una madre que los trajo al mundo, pero que fueron irresponsables al renunciar y
no asumir el rol de padres. Ahora es la sociedad (los demás padres de
familia) quienes deben protegerse y se unen en determinados barrios y
comunidades para salir en defensa de sus propios hijos, su vida y su patrimonio.
Estos jóvenes al no haber sido disciplinados
adecuadamente desde sus primeros años de vida, mantienen los resabios de una
conducta egocéntrica, convirtiéndose en pequeños
dictadores que tratan con
dureza a los demás (incitan a la violencia como muestra de virilidad y valentía) y creen que poseen poderes
extraordinarios (porque
consideran que nadie puede impedir lo que ellos quieren conseguir);
al extremo que se atreven a llevar a cabo reuniones de "presidentes" de pandillas a plena luz del día, donde cada cabecilla hace alarde y ostentación de la tropa que comanda, frente a la mirada atónita de los vecinos que tuvieron que disciplinarlos haciendo uso de la fuerza y de la unidad vecinal.
Llegó la hora de que
los padres se involucren en los problemas de la sociedad y entiendan que si bien no existe una
escuela para ser padres perfectos, esto no significa que no debamos esmerarnos
para ser personas responsables, administradores de nuestros hijos y verdaderos
líderes de nuestro hogar.
No hay duda que los hijos
son de alta prioridad para los padres, pero en una familia cristiana no debe
trastocarse la escala de prioridades, donde primero debe estar Dios, segundo el
matrimonio y tercero los hijos.
Los hijos necesitan ser
amados y atendidos pero en ningún caso deben ser transformados en objeto de
adoración.
Si colocamos a los hijos
en el centro de nuestra existencia (como si fuesen los que tienen el poder de
dar sentido a nuestra vida y constituyen la razón de nuestro vivir), el día de
mañana, cuando ellos crezcan y se vayan, las consecuencias podrían ser
catastróficas, pues el matrimonio corre el riesgo inminente de colapsar ante la
ausencia o la pérdida de los hijos.
Es importante dar la
prioridad correcta a nuestra pareja. De esta manera, conservaremos una relación
matrimonial saludable y cercana después que los hijos se hubiesen ido de la
casa.
El nacimiento de un hijo
es sin duda una experiencia maravillosa pero el rol de los padres no concluye
ahí, sino por el contrario recién empieza. Por lo tanto, es necesario acompañar
ese proceso, interiorizándose y conociendo más sobre el desarrollo
psicobiológico de los hijos. En otras palabras, padre y madre necesitan
disponer de su tiempo para enfocarse en sus hijos y en sus necesidades.
El profesor de psicología
de la Universidad
de Washington y co-director del Instituto de Ciencias del Aprendizaje y del
Cerebro, Phd. Andrew N. Meltzoff, hace una alusión figurada del cerebro
de los bebés como la “máquina
de aprendizaje más potente del universo”, pues un niño al nacer se
encuentra apto para absolver todas las imágenes, sonidos y demás estímulos de
su entorno.
A los pocos días de
nacido, el bebé ya se encuentra acostumbrado a la voz de la madre y la prefiere
más que a la de un extraño, porque mientras éste niño era intrauterino ya
percibía muchas sensaciones y emociones al interior de su madre.
El balbuceo incoherente de
un bebé no es solo ruido o batología; la neurobióloga Lise Eliot afirma que
“aunque el balbuceo parezca únicamente un medio encantador de llamar la
atención, es también un importante ensayo de la compleja gimnasia del habla”,
pues “requiere la compleja coordinación de decenas de músculos que controlan
los labios, la lengua, el paladar y la laringe”.
El papel de los padres
para estimular el habla es importante en esta etapa biológica. Mediante el
intercambio de palabras, el niño aprende las técnicas elementales de la
conversación, una habilidad necesaria que será utilizada por el resto de su
vida.
Durante el primer año de
vida del infante, los padres asumen el rol de“cuidadores” para luego pasar a ser “instructores o entrenadores de
vida (life coach)”.
Si bien resulta natural
que el niño en sus primeros años de vida asuma que es el centro del universo;
sin embargo, esa burbuja paulatinamente debe ir desapareciendo, siendo menester
que los padres desde temprano y de manera firme establezcan y comuniquen a los
hijos los límites y las reglas basados en principios y valores.
Los niños necesitan tener
parámetros claros y bien definidos.
Lo más nocivo es cuando
los padres no son firmes en sus decisiones y empiezan a cambiar las reglas,
pues como bien sabemos es usual que los niños pretendan poner a prueba los
límites para ver hasta dónde pueden llegar.
Permitir que un niño haga
algo que tiene prohibido es darle un mensaje contradictorio y por ende es una
forma de autorizarles que empiecen a manipular situaciones y lo peor de todo,
esta mala conducta podría derivar en un mal hábito por el resto de su vida,
llegando a convertirse en personas que consiguen sus gustos y caprichosos a
través de la manipulación (crean situaciones premeditadas para conseguir de los
demás algo a cambio).
En otras palabras, ningún
hijo debe ser subestimado (a
veces los padres al verlos tiernos son permisivos con sus caprichosos; sin
embargo, no toman en cuenta que los niños son lo suficientemente hábiles como
para darse cuenta cuál de los padres es el más dócil o débil; e, incluso pueden
efectuar diferentes tipos de actuaciones frente a los padres logrando conseguir
lo que buscan).
Cuando tu pareja ha
impuesto un castigo al hijo en tu ausencia debido a que era necesario
corregirlo en el acto, nunca te pongas del lado de tu hijo. No debes permitir
que él los divida, por lo tanto, el castigo impuesto debe ser cumplido.
El niño debe conocer y
respetar el principio de autoridad. Para lograr esto es importante hacer valer
las reglas, pero sin ser dogmáticos o demasiados rígidos.
Si bien es fundamental
entender que en la relación padres e hijos no gobierna la democracia, por
cuanto los progenitores no hicieron campaña electoral para ser padres y tampoco
esperaron que los hijos votaran por ellos; sin embargo esto no implica que los
padres deban ser dictadores o ceñirse a un liderazgo plenamente autoritario
nada transformador.
Los niños necesitan ser
supervisados y dirigidos, no sofocados ni criados en una atmosfera autoritaria
(Colosenses 3: 21).
Por la gracia de Dios se
es padre e hijo, donde los primeros aceptan respetuosamente el privilegio y la
responsabilidad de asumir el papel de padres, mientras que los segundos al ser
los padres coautores de su existencia física, se encuentran en la posición de
hijos, nacidos del vientre materno; razón por la cual, mientras los hijos estén
bajo el cobijo de sus padres, éstos últimos son los responsables y
administradores de sus vidas.
Una familia que dice ser
cristiana, tanto padres como hijos (Mateo 19: 14 y 15) deben escuchar y
aprender sobre la Palabra
de Dios, aplicando los principios en sus vidas a través de una relación
personal y sincera con Dios. No se trata de llevar consigo el rotulo de cristiano como religión sino de tener una convicción. Debemos poner más valor en lo eterno
que en lo temporal (Hebreos 11: 24-26; Mateo 6: 19-21).
Es casi imposible lograr
un equilibrio evitando ser dictatorial o autoritario si es que los padres no
tienen una comunicación directa y fluida con los hijos. El método para
disciplinar a los hijos es hablar y hacerlos razonar.
En caso de que el hijo no
entienda razón y desee imponer su capricho, se debe tomar en cuenta que "el que escatima la vara odia
a su hijo, mas el que lo ama lo disciplina con diligencia" (Proverbios 13: 24). Para mayor
comprensión otra traducción dice: "El que detiene el castigo, a su hijo aborrece; Mas el
que lo ama, desde temprano lo corrige".
Los padres deben conocer
cada vez más a sus hijos, pues cada persona es una identidad compleja y muy
distinta la una con la otra. Entonces no basta con poner reglas y ser firmes en
ellas sino se cultiva una relación comunicacional directa, clara, precisa y
sincera generadora de confianza.
No se debe permitir que en
dicha relación exista interferencia, interlocutores, intermediarios ni
traductores; la comunicación tiene que ser necesariamente directa y personal.
Si no ocurre tal situación, el riesgo es que los padres lleguen a ser incapaces
de influir positivamente en sus hijos y como resultado únicamente consigan
ahuyentarlos.
El ser equilibrado no
significa ser tolerante en quebrantar reglas, valores y principios. Estos
aspectos son innegociables; por lo tanto, es primordial que los padres sean
consecuentes con lo que pregonan, deben dar el ejemplo sin relativizar aquellas
reglas, principios y valores. De allí que se dice que los hijos son el reflejo
de los padres.
La búsqueda del equilibrio
tampoco consiste en pretender ser padres “buena onda”, siendo bastante
permisivos, bajo la absurda idea de que deben salir y experimentar, cuando en
realidad exponen a sus hijos a que les ocurra cualquier desgracia o caigan en
el vicio del alcohol y de las drogas.
Es necesario que como
padres nos ubiquemos que no estamos en campaña de elecciones para ser el papá
más popular del año, pues ya cada quién tiene el padre que les tocó y por lo
tanto, sería irracional poner en peligro la seguridad de los hijos por quedar
bien y caerles bien a sus amigos.
El ser padres es cien
veces más que ser amigo del hijo. Si bien el padre es también un amigo, pero es
menester dejar en claro que en dicha relación ambos se encuentran en niveles
completamente distintos; razón por la cual, las reglas impuestas por los padres
deben cumplirse.
El hijo debe saber de
antemano que las órdenes dada por los padres se encuentran basadas en el amor,
lo cual seguramente le resultará muy difícil de comprenderlo en ese momento
(hasta el día en que éste llegue a ser padre); mientras tanto, el hijo debe
confiar en sus padres y cumplir con las decisiones que ellos dispongan.
Existen estudios donde
demuestran que usualmente los niños a partir de los dos (2) años, profundizan
su “yo dictador” en defensa de su reinado (basado en el egocentrismo) pues
esperan siempre conseguir lo que quieren; lo cual se traduce en conductas típicas como las rabietas, berrinches o pataletas. Los ejemplos comunes, cuando
el niño no es complacido con lo que quiere, consiste en tirar las cosas, caerse
al suelo a llorar, gritar o patalear.
Estas conductas se debe a
que el niño experimenta un viraje en sus relaciones, pues antes bastaba con el
simple gimoteo para que los adultos vinieran corriendo a atenderlo; pero ahora
las cosas han cambiado, se da cuenta que existe un cambio de timón (existe un
golpe de estado y los padres asumen el poder) y empieza a comprender que su
reinado en realidad era temporal y que llegó la hora de hacer los ajustes
necesarios, que significa: obediencia a los padres en todo (Colosenses 3: 20).
En este difícil periodo,
los padres no deben jamás renunciar a su autoridad, no soltar las riendas ni
dar un paso atrás, deben actuar con firmeza y amor; y el niño debe ir
adaptándose a su nuevo rol (ahora debe obedecer y hacer las cosas), sentándose
de esta manera las bases para su crecimiento integral.
Los niños se sienten
especiales cuando se les dice “no” en los momentos adecuados.
Como vemos el principio de
autoridad se aprende desde la niñez y junto a dicho principio también es
necesario cultivar y promover la racionalidad y el sentido común.
Al momento de disciplinar,
los padres deben tomar las decisiones en privado (lejos de los hijos). Y la
decisión que tomen no debe ser negociable con el hijo. Es decir, la discusión
de los padres para decidir qué respuesta darán al hijo por su mala conducta,
ante todo la privacidad es lo principal, pues hacerlo en su presencia es
cometer el peor error, ya que el niño rápidamente detectará cuál de los dos
puede ser su aliado a futuro y con quién resulta más fácil conseguir lo que
quiere.
Entiéndase que el
matrimonio es un complemento, por lo tanto, las personalidades misericordiosas,
clementes o fáciles deben aprender a ser fuertes; mientras que las
personalidades severas o ásperas deben aprender a suavizar esas áreas para que
los hijos obtengan un balance y disciplina.
El matrimonio debe
cuidarse mutuamente que ninguno de los dos sea visto por el hijo como el
personaje malo de la casa. La atmosfera en el hogar debe ser de dos padres que
aman y disciplinan a sus hijos (Efesios 6: 4).
Una madre no debe incurrir en el error de decir a su hijo: "Ya verás, cuando tu padre llegue a casa"; porque de esta manera está boicoteando su propia autoridad y otorgando una mala fama a su pareja como el personaje malo de la casa.
Una madre no debe incurrir en el error de decir a su hijo: "Ya verás, cuando tu padre llegue a casa"; porque de esta manera está boicoteando su propia autoridad y otorgando una mala fama a su pareja como el personaje malo de la casa.
Cuando un hijo deshonra a
uno de los padres, el otro debe salir en su defensa y exigir al niño que pida
disculpas y les de honor (Éxodo 20:12; Efesios 6:1-3).
La pareja siempre debe
actuar en equipo y no deben avergonzarse mutuamente en público; por lo tanto,
deben trabajar en los desacuerdos privadamente y darle honor a su pareja
públicamente.
Otro de los aspectos
importantes para no descuidar son las influencias.
La buena influencia que
los padres les ha provisto a sus hijos puede ser fácilmente arrancada por medio
de las malas influencias. Se debe tener cuidado y conocer a las personas con
las que el hijo frecuenta. Si el compañero de tu hijo es rebelde (es
una muestra clara que sus padres no están trabajando lo suficiente para
corregirlo) no es una
buena influencia para tu hijo, pues muchas cosas se aprenden por la imitación. "No erréis; las malas
conversaciones corrompen las buenas costumbres" (1ra. Corintios 15: 33).
También debes tener
cuidado con la influencia de la televisión, la música y el Internet, no deben ser
contrarias a los valores que en tu hogar se enseña.
Es necesario preguntarse: ¿cómo se está alimentado mi hogar?; ¿Qué alimentos proveemos a nuestro cuerpo y a nuestra mente?. ¿Qué estamos leyendo?.
¿Buscamos buena información sobre asuntos reales, racionales y objetivos que ofrecen valor agregado a nuestra vida? o simplemente perdemos nuestro tiempo con puras frivolidades, ficciones, chismes, fantasías, lascivias o concupiscencias.
¿Cuántas horas pasamos frente al televisor y qué es lo que estamos viendo?. ¿Somos proactivos y estamos investigando y buscando información positiva para aplicarlo en nuestra corta vida?.
Es necesario preguntarse: ¿cómo se está alimentado mi hogar?; ¿Qué alimentos proveemos a nuestro cuerpo y a nuestra mente?. ¿Qué estamos leyendo?.
¿Buscamos buena información sobre asuntos reales, racionales y objetivos que ofrecen valor agregado a nuestra vida? o simplemente perdemos nuestro tiempo con puras frivolidades, ficciones, chismes, fantasías, lascivias o concupiscencias.
¿Cuántas horas pasamos frente al televisor y qué es lo que estamos viendo?. ¿Somos proactivos y estamos investigando y buscando información positiva para aplicarlo en nuestra corta vida?.
Proveámosles a nuestros hijos de buen
entretenimiento en materiales de lecturas o lo que escuchan, entre otras cosas,
para que se diviertan.
Nadie tiene el derecho de
jugar o cuidar a tus hijos, sean o no amigos, familiares o vecinos, si su
influencia es negativa. Como padres debemos ser ejemplo para los hijos y actuar
responsablemente conociendo muy bien a la persona con quien dejaremos a cargo a
nuestros hijos. No es una buena idea dejar a los hijos de ambos sexos al cuidado de muchachos adolescentes; porque el impulso sexual en los varones se encuentra en su pico máximo entre los dieciséis y dieciocho años de edad. Por ejemplo, se han dado casos en que los padres por salir a divertirse o
por encontrase en estado de ebriedad producto de una fiesta familiar en su
propia casa, dejaron a su hija (menor de edad) con los primos y amigos de éstos, quienes procedieron a abusar sexualmente de ella.
Hoy en día existen muchas
campañas publicitarias donde pretenden hacer ver a la homosexualidad como una
opción sexual más para elegir. Por ejemplo, artistas de la música que se dan
besos lésbicos como señal de popularidad o la campaña Benetton Unhate "Contra el Odio”, donde
muestran a presidentes varones de
diferentes países y a líderes religiosos besándose en la boca entre sí; lo cual lejos de mostrar el “no
odio” en realidad es un mensaje directo en pro de la homosexualidad, donde los
niños que no pertenecen a determinadas culturas donde a lo mejor podría ser
usual el beso en la boca (Ej.:
en la antigua Siria o en algunas regiones del mundo árabe), sin saber aún
leer pueden verlo por televisión o mediante carteles publicitarios. Y al estar
expuestos de manera repetida a este tipo de imágenes y escenas, ellos podrían
llegar a entender que es algo que está de moda y pueden hacerlo libremente.
Los padres no deben
olvidar que la sexualidad de un niño se basa en el afecto, afirmación y
atención positiva que recibe tanto de su padre como de su madre. Es decir, deben
cubrir las cuatro necesidades básicas de un niño: aceptación, propósito,
identidad y seguridad.
Existen estudios que
informan que se han dado casos, que cuando durante la niñez han sido sometidos
a abusos y a diferentes maneras de presión (por ejemplo, vivir en medio de grandes dramas
familiares, donde ellos perciben el sufrimiento de la madre o del padre; así
como el uso de la violencia bruta como solución de conflictos en vez del
dialogo y la comprensión), cuando llegan a ser jóvenes, debido a
esa necesidad de afecto y su introversión corren el riesgo de dejarse
influenciar, llegando a incursionar en círculos homosexuales como si fuese una
gran familia, donde poco a poco cambian de mentalidad y de afecto natural.
En ese sentido, así como
el amor tanto de la madre como del padre puede influir en la sexualidad de los
niños; del mismo modo, el amor paternal hacia las hijas les ayuda reforzar su
sexualidad y al ver cómo su padre trata a su madre, les provee un modelo
apropiado y sano del cariño de un hombre cuando ellas crezcan.
Los niños necesitan ver
que sus padres se aman, no unos padres estresados tratando de satisfacer las
demandas de los hijos o con el temperamento irritable y angustiado,
viviendo demasiados ocupados y preocupados en cubrir los gastos
económicos del hogar. Recuerde siempre: lo que ellos ven en casa formará un
patrón para sus relaciones futuras.
Los padres que dan a sus
hijos un modelo exitoso para una buena vida y un buen matrimonio, les han
dotado de todas las herramientas que ellos necesitarán para la vida.
En la segunda epístola del
apóstol San Pablo a Timoteo, capitulo 3: 1-10 (carácter de los hombres en los postreros días),
dice:
“[…]
en los postreros días vendrán tiempos peligrosos. Porque habrá hombres amadores
de sí mismos, avaros, vanagloriosos, soberbios, blasfemos, desobedientes a los
padres, ingratos, impíos, sin afecto natural, implacables, calumniadores,
intemperantes, crueles, aborrecedores de lo bueno, traidores, impetuosos,
infatuados, amadores de los deleites más que de Dios, que tendrán apariencia de
piedad, pero negarán la eficacia de ella; a éstos evita. Porque de éstos son
los que se meten en las casas y llevan cautivas a las mujercillas cargadas de
pecados, arrastradas por diversas concupiscencias. Estas siempre están
aprendiendo, y nunca pueden llegar al conocimiento de la verdad. […], así
también éstos resisten a la verdad; hombres corruptos de entendimiento, réprobos
en cuanto a la fe. Mas no irán más adelante; porque su insensatez será
manifiesta a todos, como también lo fue la de aquéllos”.
Como padres cristianos
está en nuestras manos elegir ¿de qué lado deseamos estar, con aquellos que
hacen la diferencia o con aquellos que incentivan y promueven que sus hijos
lleguen a tener ese tipo de carácter antes mencionado?.
Una profecía bíblica no debe ser vista únicamente como algo que suscita terror o miedo sino que debe motivar a un cambio de actitud personal.
Una profecía bíblica no debe ser vista únicamente como algo que suscita terror o miedo sino que debe motivar a un cambio de actitud personal.
Finalmente, por ser una
familia cristiana no significa que estará exenta de problemas a la hora de
educar a los hijos, pues los problemas siempre existirán; sin embargo, cuenta
con sólidas bases que deben ser aplicadas en esta vida.