Ciro Añez Núñez*.
La inteligencia se ha definido
de muchas maneras, así como en psicología, inteligencia es la capacidad
cognitiva y el conjunto de funciones cognitivas como la memoria, la asociación
y la razón. Se puede entender también como la habilidad o destreza para realizar
algo. Esta palabra procede del latín intelligentĭa (que indica la
cualidad del que sabe escoger entre varias opciones).
Otros afirman que es la
capacidad de lógica, comprensión, autoconciencia, aprendizaje, conocimiento
emocional, razonamiento, planificación, creatividad, pensamiento crítico y
resolución de problemas. Y en términos más generales, también se dice que
es la capacidad de resolver problemas, planear, pensar de manera
abstracta, comprender ideas complejas, aprender de la experiencia.
Lo cierto es que todos los
seres humanos tienen inteligencias múltiples, pero cada uno tiene predominancia
de una o varias y las combina y usa de diferentes maneras; sin embargo, no
debemos usar el término “inteligencia” en lenguaje oblicuo para confundir y encubrir
realidades concretas, a manera de dar realce o dar alguna dignificación a lo
perverso y pútrido.
La inteligencia moral incluye
otros componentes, como la ponderación, moderación y mesura, el equilibrio y la
templanza, la cordura, el saber escuchar, un cierto distanciamiento de lo
inmediato para ganar en objetividad, y la armonía, evitando innumerables
ausencias morales pues siempre existirán personas que se desconectan en sus
vidas de la dimensión moral para justificarse.
En ese sentido, es menester,
llamar a las cosas por su nombre, por ejemplo, no hay que confundir persona
inteligente con un bribón, ruin o galopín. Y tampoco, caer en el fatuo
envanecimiento de creer que es exquisitez, genialidad, gran estrategia letal o
sagacidad resolver los problemas, si por debajo (internamente) existe
corrupción o hipocresía disoluta (simulación, tibieza y permisibilidad
en la corruptela) para abordar aquellos conflictos que se solucionan,
pues no debemos olvidar que lo externo es tan solo simple fachada o apariencia.
Si bien, el semblante podría
fingir que todo es pulcro, pero internamente está podrido (corrupción). Esto
podríamos también denominarlo como hipocresía, cuando el comportamiento es de
forma contraria a los valores sostenidos por el mismo individuo, o de actuar en
consonancia a principios que al mismo tiempo se critican, escondiendo sus
intenciones y verdadera personalidad.
Nuestros niños y jóvenes de
nuestro país y de Sudamérica, merecen mejores modelos de vida a seguir, sin
confundir y desaprovechar el tiempo de ocio (descanso u ocupación
reposada, especialmente en obras de ingenio, porque estas se toman
periódicamente por descanso de otras tareas) distorsionándolo (bajo
el pretexto de aburrimiento) con la permanente jarana y pérdida de
tiempo, deleitándose de forma inmutable en trivialidades superficiales,
visualizando los eventos serios o trágicos con complacencia o indiferencia,
enfervorizado en las modas, estilos, tendencias, chismes, conversaciones
livianas, sin valor sólido y fuera del marco constructivo sino todo lo
contrario: destructivo y fragmentario.
No se debería dar demasiada
importancia a la excesiva distracción, espectáculo y/o entretenimiento (ocupándose
y viviendo únicamente de ella), por encima de la productividad integral
tampoco moverse admirando la portada de la simple vanidad, codicia, avaricia,
distracción, entretenimiento y frivolidad, pues lo que perciben de forma
reiterada pueden incluso normalizar lo malicioso y vil; por ejemplo, al ver
mucho enriquecimiento ilícito e impunidad, sumado a esto, evidenciar que con
ello los bribones consiguen satisfacer sus propios deseos y pasiones de forma
rápida, mostrando exitismo, fama, efectividad, opulencia, lujo y supuesta
felicidad; llegando al colmo, de creer que eso es de personas “muy
inteligentes”, al extremo desvergonzado, de que si existe alguien que los
cuestione por tratarse tan sólo de lumpen, llegan a afirmar: “llámenlo
como quieran, aquel que no esté de acuerdo, es tan sólo un envidioso”.
En consecuencia, muchos
adolescentes en edad productiva podrían estar aspirando a tales despropósitos
en sus vidas, sin buscar la excelencia, la calidad humana, desplegar sus
talentos en áreas técnicas, tecnológicas, profesionales, entre otras, sin
exigirse ni esforzarse por un mejoramiento continuo, de desarrollo y progreso
integral con integridad, donde se busque constituir un sector formal privado
vigoroso, pujante, con bajos impuestos y bajos aranceles, no camuflados con
lavado de dinero, el lobby (como tráfico de influencias), el amiguismo, la competencia desleal ni aparentando con puras mentiras (quiebras fraudulentas
para evasión, maquillaje de estados financieros, entre otras modalidades
engañosas); aspirando y promoviendo revoluciones industriales y no la
letanía de revoluciones fanáticas, políticas y dogmáticas.
Si
bien no todos pueden llegar a ser un Polímata (homo universalis o persona universal. Un polímata es un individuo que
posee conocimientos que abarcan diversas disciplinas. Que puede ver la imagen
más completa y no sólo un píxel de la imagen) o una Andrómeda (mujer que puede con todo); sin embargo,
individualmente, cada persona deberíamos tratar de lograr serlo, en el
desarrollo, acorde a los varios talentos que cada ser humano posee.
Como electores no debemos
olvidar de ser pragmáticos y exigir a los gobiernos de turno que exista un
Estado garante de libertades y de los derechos de propiedad privada, del
comercio interno e internacional, seguridad tanto jurídica como ciudadana con
verdadera separación e independencia de órganos del Estado, de pesos y
contrapesos, y sus controles, pues la democracia se consigue todos juntos (no
divididos por distracción, rivalidad o confrontación) mediante
libertad política colectiva.
*Asesor legal empresarial y abogado de litigios.