VÍDEOS CLASES TUTORIALES

viernes, 22 de diciembre de 2023

Menos fanáticos y más empoderamiento ciudadano.

Ciro Añez Núñez.

Se dice que la diferencia entre un ciego y un fanático es que el ciego sabe que no ve, mientras que el fanático, sumergido en su ego, vive cada vez más alucinado, con ojos para mirar únicamente su propio ombligo, conllevándolo a vivir un mundo irreal, donde tratará siempre de conservar su burbuja, convirtiéndose en presa fácil, manipulable y atrapado en cajas mentales impuestas y/o heredadas.

Los fanatismos y/o los extremos, de hecho, son armadijo o emboscada, nunca son buenos. No debemos ser un péndulo que oscile entre la personificación de Diógenes (famoso por su polémico estilo de vida, extremista e impúdico, criticando al mundo desde la extrema pobreza, como una provocadora manera de denunciar los vicios de su época) y la pleonexía (aquel deseo insaciable de tener lo que legítimamente pertenece a otros o el deseo de tener más que otros, en todo. Una codicia atada a un impulso intenso por consumir, aparentar y conservar privilegios).

Para evitar dichos extremos es menester incentivar el sentido común, posibilitando entender mejor las cosas y no caer en la farsa y el engaño, por ejemplo, en cualquier país, el déficit fiscal (esto es, gastar como Estado, más de lo que ingresa o recauda), en realidad es una trampa, porque detrás del déficit fiscal, implica mantener: “privilegios”, estructura estatal gigante, enorme gasto público, costeando a grupos empresariales aventajados por ser éstos prebendarios (quienes simulan a través de la fachada de campeones, una supuesta gran genialidad y excepcionalidad), ese déficit fiscal también sustenta la multitud de burócratas y casta política de turno privilegiada, empresas públicas deficitarias, en detrimento de los derechos de las personas (sea este usuario, consumidor y/o emprendedor), quienes son cada vez menos libres, porque para hacer algo lícito deben obligatoria y necesariamente cumplir una serie de costosas trabas legales con pesadas cargas tributarias, sociales, experimentando extremo control estatal, invadiendo a su privacidad e intimidad, al extremo que las personas para hacer su trabajo honrado deben pedir permiso. Todo ello, con ánimo recaudador, especialmente, destinado para sostener aquel descomunal tamaño estatal, mientras que el delincuente informal tiene poco control y es más peligroso. 

Está claro que el déficit fiscal y el gasto público colosal, son problemas serios y preocupantes; sin embargo, mayor que estos dos, es la permisibilidad social, cuando se permite que todo esto ocurra, cuando la corrupción se generaliza de forma totalmente desvergonzada; cuando al mafioso delincuente se lo aplaude y todavía se lo admira, imita y premia con impunidad; cuando tiene por creencia, que se es mejor persona por tener mucho dinero sin importar su procedencia “no decente” (enriqueciéndose con la mentira y la insidia, perjudicando a los demás, haciéndoles  perder su tiempo y productividad con puras frivolidades, vulgaridades y trivialidades); cuando prefiere ser un informal delincuente hasta que lo descubran o agarren (bajo la excusa o el pretexto, utilitarista y sinvergüenza, de que si no lo hace él, otro lo hará), mientras tanto, en el ínterin, luce como próspero, muy trabajador y un genio. Ese es, ciertamente, el gran problema, cuando la sociedad aprueba la informalidad delincuencial como medio de vida y, convalida todo lo que se está haciendo mal.

En ese sentido, toda sociedad que no es sincera y no reprocha lo malo, no busca mejorar, en realidad, se debilita y se marginaliza a sí misma, se autoengaña y se autocastiga, porque no sólo es un tema de dinero sino que permite la instauración de mafias, se contamina de corporativismo corrupto, de gobiernos autoritarios, déspotas, con proliferación de abuso de poder; países con problemas estructurales carentes de infraestructura (cuya simple evidencia de aquello, es cuando llueve por una hora y todo se complica); gente que se queda fuera del sistema sin acceso eficiente a la salud, a la educación de calidad, sin tener seguridad personal ni jurídica, que vive engañada porque le dicen que todo está bien pero cada vez está peor, con menos libertades y con una creciente incertidumbre y ansiedad por falta de liquidez. Usuarios y/o consumidores que no tienen la posibilidad de elegir, exentos de libertad de decisión porque todo es imposición (Ej.: no pueden retirar libremente su propio dinero de sus cajas de ahorro en dólares, sólo de forma restringida y a veces incluso sin ninguna posibilidad), cada vez más gente en cesantía y desocupada, mayor delincuencia y violencia, además de sufrir muchas otras calamidades más.

Por lo tanto, la verdadera dificultad, no es dinero sino proyecto de futuro de Ud. (su vida, su salud, integridad, tranquilidad, libertad, bienes -propiedad privada-, etc.), la de su familia, sus hijos, nietos, padres, hermanos y demás personas en su país. Tampoco el mejor remedio, es creerse extranjero en su propio país para escaparse del mismo, destruyendo la unidad y la conservación de su hogar, siendo que su país es rico en recursos naturales, no sufre ni tiene riesgos de constantes catástrofes naturales, tiene una sociedad joven, que puede tener oportunidades y desarrollo.

Entonces es importante que las sociedades en sus respectivos países, en vez de auto boicotearse, sigan siendo valientes y se esfuercen por un verdadero empoderamiento íntegro del ciudadano, del propietario, del consumidor o del usuario, donde éste exija mejor calidad de servicio tanto público como privado; se resista a la imposición de normas injustas y decisiones abusivas; que exija sana y autentica competitividad, meritocracia ética y productividad; que se exija calidad de debate parlamentario donde se discutan nuevas ideas, promoviéndose la libertad de las ideas, no las acostumbradas consignas de intereses políticos partidarias o los amarres jurídico políticos judiciales; que se exija el cumplimiento de la Constitución y las leyes, por parte de todas las autoridades, servidores públicos y particulares; que se evite la arbitrariedad del intermediario, para que realmente gane: el que hace el esfuerzo, el que da el servicio y el que arriesga su dinero (inversor); así también, entre otras cosas más, que se incentive una flexibilización laboral pues el nivel de desempleo es cada vez mayor y mucha gente solo se autoemplea, es sirviente barato, consigue empleos informales, de poca calidad (sin seguro de salud) o siendo un mediocre caradura se dedica a la delincuencia: de la corrupción (que todo lo soluciona, con soborno; o, sirve de nexo bajo coimas), del  contrabando, del lavado de dinero, la evasión, la estafa, el narcotráfico y demás conductas ilícitas.