Ciro Añez Núñez.
Nos aprestamos a concluir el
año 2023 y el próximo año será sin duda alguna, un año de mayor espectáculo,
manipulación y distracción con ánimo electoralista.
Desde la perspectiva de los
ciudadanos debemos entender nuestra realidad con total honestidad, no solo
personal sino global, para no boicotearnos a nosotros mismos. Tratar de ser
analistas y no publicistas (cuyas
opiniones son más direccionadas a su favor, a sus intereses o rubro).
En ese marco, debemos
comprender que vivimos en un mundo donde la tecnología acelera los cambios y
donde todos podemos ser completamente influenciados por algoritmos sumado a que
la ansiedad social es impaciente, por lo tanto, siempre buscará que todo sea
rápido y urgente, que todo pase de forma acelerada.
Ante esa realidad, lo
importante es no perder el sentido común para no ser utilizados y mal
influenciados.
El interés ciudadano debiera
estar orientado, más que a la distracción estrictamente política sino hacia la
importancia que representa la movilidad social, esto es, los cambios que
experimentan los miembros de una sociedad en su posición en la estructura
socioeconómica.
No distraernos tanto en el
reality show político judicial y/o entretenimiento mediático sea formal o por
las redes sociales sino exigir al político, verdaderos buenos resultados que
incentiven una óptima movilidad social, para ello, es menester que prime dos
ámbitos fundamentales: “educación y valores éticos morales”, pues
sin ellos, todo apunta a un desastre de crisis sistémica, donde todo se compra
con deuda y en términos económicos legales conlleva a que la deuda llega a
valer más que el activo y en consecuencia todo apunta a quiebra y remate.
En consecuencia, es vital que
el ciudadano de manera individual con total sinceridad, piense y decida, en que
sociedad realmente desea vivir pues está poniendo en juego su futuro y la de
sus hijos y nietos.
Se debe exigir a las
autoridades y a los políticos que cumplan la Constitución, eviten ser
hipócritas, protejan y conserven el medio ambiente (arts. 9 num. 6,
30-II num. 2, arts. 33, 34, 80, 108 num. 16, 189, 316 num. 6, 319, 342, 343,
402 y demás de la Constitución boliviana) para que no lleguemos a
tener serios problemas climatológicos que perjudiquen el debido desarrollo.
Preguntarse, si se desea vivir
en una sociedad donde cunda la violencia, la inseguridad tanto jurídica como
personal, así como también una corrupción generalizada y desvergonzada,
mediante el cual, son las mafias las que imperan y socaban la institucionalidad
(donde el mafioso contrata a políticos inescrupulosos y autoridades
disolutas de diferentes órganos estatales, para que sean sus
guardaespaldas), destruyendo la propiedad privada y las libertades
individuales; o, si se desea una sociedad donde se incentive el ambiente
productivo sin que exista discriminación por la vía de la competencia desleal,
el delito (Ej.: lavado de dinero originado por corrupción,
narcotráfico, contrabando, etc.), el prebendarismo empresarial, el
clientelismo, la mediocridad y el autoritarismo maquillado de democrático (emergiendo
dictamócratas) que son los que llevan a la catástrofe, es decir, a una
sociedad corrupta, violenta y totalmente insegura, donde la gente sale de su
país para asegurarse por lo menos alimento barato, techo y vivir con cierta
tranquilidad.
En ese sentido, las futuras
crisis serán más sociales que políticas (no dejarse mangonear con el cuento
de izquierdas y derechas), por ende, se deberá resaltar más la
credibilidad y la gobernabilidad ética, cuyo destino sea el desarrollo y la
protección de las garantías, la propiedad privada, los derechos de las
personas; y, que no ocurra de que el dinero que está afuera de su país sea el
suyo y que el dinero que está en su propio país sea el de todos, en otras
palabras, total confiscación. Y donde tampoco el billete nacional deje de ser
una moneda al dejar de ser una unidad de ahorro, unidad de cuenta (que las
cosas dejen de valer en la moneda de su país) y pierda su facultad de
transacción (donde no se sepa realmente su real valor dada las
constante fluctuaciones de inflación).
Con todo ello, el reto es no
dejarse manipular con la distracción y el negocio de las encuestas, que alejan
lo realmente importante (el sano desarrollo de la movilidad
social); y, en consecuencia, se debe medir las promesas electoralistas
en función a tener una verdadera credibilidad y gobernabilidad.
Entiéndase,
sin credibilidad no hay un verdadero futuro halagador. Y gobernabilidad involucra
no solo ganar elecciones sino principalmente tener apoyo social con un proyecto
con visión de futuro que coincida con el anhelo de todos, no la de un partido o
la de gente vivilla prebendaria.
Entonces, seamos conscientes
que las encuestas no pueden determinar nuestras vidas, máxime si ellas no
representan a la totalidad de la población, pues según los entendidos oscilan
tan solo en un 5% de las personas de un país.
Probablemente muchos se
preguntarán, ¿cómo se logra la credibilidad?, pues no hay fórmula
mágica sino siendo auténticamente éticos y objetivos, esto implica, por
ejemplo, que, si un país tiene serios problemas de déficit fiscal, carencia de
dólares y de sólidas reservas internacionales, es pues simple lógica común, que
deba, entre otras cosas, reducir el déficit fiscal reduciendo el gasto público,
achicando el tamaño del Estado, corregir los precios relativos, promoviendo
meritocracia, generando certidumbre jurídica, seguridad tanto jurídica y
física, promoviendo el desarrollo interno, incentivando el ambiente productivo,
las exportaciones, la inversión productiva, la industria del conocimiento, la
tecnología en todos los ámbitos, bajar los costos tanto de legalidad como los
impuestos, donde todos tributen, luchar genuinamente contra la informalidad,
etc.; y, construyendo la credibilidad con un equipo que vaya en esa misma hoja
de ruta.
Si todo ello, lo vemos como
algo alegórico pues con mayor razón debemos preocuparnos por un proyecto de
futuro (nosotros estamos, tan solo de paso, por ende, debemos pensar
necesariamente, en las subsiguientes generaciones), no que nos vendan
proyecto de país y menos aún proyecto de poder, donde solo se busca empernarse
en la función de gobierno por impunidad y por el engaño de las riquezas
temporales.
La gente no debiera dejarse
apantallar ni andar chiflados por el número de seguidores, que tal o cual
persona tiene, para inflar el ego y considerarse que con ello son grandes
influencers que cambiarán la vida de los demás. Muchos de ellos, tan solo
desean vender a los que ingenuamente eso creen.
Es decir, no ser simples repetidores sin pensar ni moverse por la simple apariencia o simples imitadores de modas o tendencias foráneas. Es menester que mientras vivamos lejos de fanatismos, dogmatismo, fundamentalismos, lejos de las zonas de conflictos de bandos geopolíticos, de problemas étnicos y climatológicos serios, las personas deben precautelar y defender todo aquello y prepararse, pero no en base al miedo y la incertidumbre que paraliza, por cuanto, eso es peor que lo malo, sino siendo realistas, honestos y proactivos, que entiendan que lo mejor nunca es fácil ni rápido, sin caer con ello en el pesimismo (pues ninguna raíz ha llegado al infierno) y darnos efectivamente cuenta, de que haciendo lo mismo de siempre, jamás se tendrán resultados diferentes.