Ciro Añez Núñez
En este ámbito, si bien se busca no
estigmatizar a los niños y adolescentes cuando cometen algún ilícito penal, por
lo que denominan infracción y no delito, incluso ya no se desea emplear la palabra
“menores de edad” tampoco “delincuencia de menores” (cual si fuese un pecado mortal
tan solo mencionarlo); sin embargo, nos guste o no, de nada servirá colocar con
bastante ahínco nuevas etiquetas o clichés para identificar algo (creyendo que suavizando
o dorando el tema se obtendrá eficientes soluciones), cuando la realidad es otra,
pues continúa la delincuencia de menores de edad en alza a nivel nacional y mundial,
los gobiernos no se esfuerzan por una verdadera reforma educativa en pro de una
instrucción escolar con conocimientos de calidad que genere mayores
oportunidades, no existe un tratamiento individual, diferenciado y personalizado
en los jóvenes que han cometido delitos tampoco se refuerza la función de la
escuela, no existe asistencia a menores en situación de extrema pobreza, no se
brinda una mayor variedad de enseñanza, no se da un fortalecimiento a la
familia incentivando principios y valores éticos morales basado en el ejemplo.
Algunos padres siguen todavía con la absurda
idea de incentivar la agresión bajo la idea enraizada en sus mentes de que
prefieren mil veces que su hijo sea el agresor y no la víctima, por consecuencia,
ante cualquier dificultad en vez de buscar la solución mediante la inteligencia
emocional o el dominio propio alientan y apuestan a los golpes como primera y única
opción para resolver las diferencias (no saben solucionar sus problemas sino a
través de la destrucción), por lo tanto, existe un serio problema de mentalidad
pues se vanagloria la falsa valentía representada en la bravuconada y no en el
sentido común, inteligencia, sabiduría y
amabilidad.
Por otro lado, existen muchos menores de edad
expuestos a que puedan acontecerles cualquier desgracia. Se debería ser más
enérgico en las medidas preventivas contra la trata de menores de edad.
Existe mucha mitología en torno al modo de
curar la delincuencia, algunos afirman que la solución es infringir más
violencia con una buena paliza, otros mencionan que con el trabajo cotidiano y
permaneciendo algunas horas al aire libre y al sol, resuelto el problema, etc. Con
todo ello, cabe preguntarnos: ¿realmente creemos que con todo eso y en todos
los casos, transformará al joven delincuente y dejará de ser una persona de
carácter hostil y destructivo?.
Se debe entender que cuando un menor es
violento no es una iniciación o un síntoma sino más bien es un resultado (es la
conclusión) a una serie de situaciones que conllevan a dicha conducta (muchas
cosas antes ya pasó aquel menor de edad para que actúe de esa manera, es decir,
la violencia en los menores de edad, muchas veces aparece como una forma de
respuesta a frustraciones).
Algunos factores considerados como de
influencia son la necesidad de afecto desde temprana edad, la búsqueda de la
identidad, el mundo exterior hostil, bullying en los colegios y las ansiedades
de la adolescencia.
Es menester que exista un verdadero compromiso
de los medios de comunicación en pro a que reciban una adecuada información tanto niños como adolescentes. Los
medios de comunicación deben evitar promocionar la frivolidad, el excesivo individualismo, la vanidad, el egoísmo tampoco deben endiosar el consumismo extremo.
Los padres debemos asumir un rol protagónico en
la integridad y la disciplina (enseñando con el ejemplo), vigilancia y cuidado de
nuestros hijos en su vestimenta y alimentación no solo de comida sino también
sobre lo que los niños y adolescentes ven y consumen para su mente (imágenes e
información que introducen a su mente), evitando el culto por la violencia, el
fanatismo, la pornografía, el masoquismo, los vicios, el mundo de las drogas, etc.
Debemos cuidar a los demás niños, aunque no sean nuestros hijos. Protegerlos
del peligro.
Realmente hay mucho por hacer, y cada hogar
debe brindar su grano de aporte a la sociedad en su conjunto y el Estado no
debe ser agigantado (aquellos que creen
que todo debe ser solucionado por el Estado instaurando Estados niñeras y/o buscan
al mesías político, no se olviden que éste último, casi siempre acaba con
angurria al poder y sometiendo a las personas a la coacción, represión, confiscación, más abuso y violencia extrema),
por el contrario, es el Estado quien debe garantizar las libertades
individuales; caso contrario, estaremos condenados con riesgos de perder una
generación de ciudadanos o exponer a gran parte de esta generación a
situaciones de extrema violencia. Se debe crear las condiciones educativas, sociales
y laborales para la adolescencia y que no estén expuestas a tendencias
altamente violentas.