Ciro Añez Núñez.
Estamos en un periodo electoral y con una pandemia que ha golpeado duramente al país, con un gobierno transitorio que desde un comienzo se le advirtió sobre la mala decisión de pretender “gobernar y candidatear” imitando al anterior régimen, quien por muchos años practicó dicho amaño constitucionalizado.
Cuando se “candidatea y gobierna” en periodos electorales ante la aparición de conflictos casi siempre se opta por evitarlos como ocurre en el caso de los profesores, colegios y padres de familia, donde finalmente se optó por la clausura del año escolar.
Habrá quienes aleguen que el art. 77 de la Constitución establece que la educación constituye una función suprema y primera responsabilidad financiera del Estado, y su obligación es sostenerla, garantizarla y gestionarla.
Sin embargo, frente al desastre natural sanitario que padece Bolivia es por demás evidente la concurrencia de un sistema sanitario colapsado por la ineficiencia del anterior y del presente gobierno sumado a que determinados lugares del país carecen de acceso al Internet; y, a ello agregar una serie de desaciertos en la administración pública sobre contingencia sanitaria, donde muchas empresas han optado por cerrar ante la negativa a una justa solicitud de reducción salarial, provocando despidos masivos, acrecentando la crisis económica en muchas personas, quienes deben salir a buscar trabajo y para quienes aún cuentan con empleo, deben también salir a trabajar; y, por consecuencia, tanto padre y madre de familia, no pueden humanamente asistir y ayudar a sus hijos menores de edad en los asuntos de la escuela especialmente en el nivel inicial y primaria; por consecuencia, se aumenta el caos dentro de la familia y obviamente la calidad educativa se va de picada a niveles por debajo de la mitad tanto en el sector educativo público como privado.
La realidad es triste en muchos hogares bolivianos. Existen familias enteras contagiadas de Covid-19, ¿esos padres de familias acaso estarán preocupados por la instrucción escolar de sus hijos cuando están todos ellos enfermos?. Ellos por motivos de prioridades, primero estará la salud y vida de toda su familia y de ellos mismos.
Para muchos padres es un logro tener a toda su familia sana más que pensar en la instrucción escolar propiamente. Esa es lamentablemente la cruda realidad. Existe gente con escasos recursos económico, que no cuenta siquiera con esos dos (2) bolivianos por día que hablaba el Ministerio de Educación para dos horas de zoom (en especial para los niveles de inicial y primaria), aquellas regiones donde no llega el Internet sumado a la violencia psicológica que padecen muchas familias por desconocimiento del uso de plataformas virtuales, el enorme stress que existen en las familias, entre otros dramas humanos más, son determinantes para comprender la inviabilidad del año escolar por faltas de condiciones.
Toda esa triste realidad imposibilita de que pensemos seriamente de que actualmente exista una verdadera educación virtual escolar en Bolivia. El año escolar prácticamente ya estaba clausurado desde marzo del presente año por falta de medios, carencia de preparación de muchos profesores sobre educación virtual y todo ese drama humano que hemos comentado y que ahora se ha acrecentado. Tres o cuatro meses más no hará ninguna diferencia. Es hora de ser realistas, tener verdadera empatía y ponernos en la situación de todos los demás.
Los organismos internacionales antes de dar a conocer sus manifiestos debiera informarse más sobre la cruda realidad del país y el verdadero drama humano existente. No es posible aferrarse a Constituciones aspiracionales sin tener sentido común ante a una realidad dura y cruda.
Ahora bien, la clausura del año escolar no significa cierre mental tampoco es algo malo o bueno por sí misma, pues para quien entiende los tiempos en que vivimos, sabe de antemano que la preparación es la que en realidad trasciende a la formación.
Ha quedado por demás claro y evidente que el Estado no cuenta con las condiciones adecuadas (por eso eso justamente se clausura del año escolar) pero no por ello las autoridades y demás funcionarios públicos dejarán de invertir en el capital humano, no deben dejar de ser creativos e innovadores, es decir, si han tomado la decisión de concluir el año escolar, eso no implica que no se incentive el estudio y la formación académica.
Este año, por ejemplo, todos los medios de comunicación oficiales del Estado (televisión boliviana, radiales, etc., donde el Estado tenga presencia) deberían diseñar, elaborar y difundir permanentemente programas educativos constantes por edades y en horarios determinados, debiendo suspenderse aquel tiempo destinado a telenovelas, distracciones, farándulas, frivolidades, etc.
Recuerdo que hace más de seis (6) años atrás (más propiamente en fecha 22 de enero de 2014) escribí un artículo de opinión rotulado: “Títulos versus Conocimiento” donde advertía que los gobiernos (Estados) no deben ser quienes monopolicen el servicio de la educación sino que debe brindarse todas las garantías a los particulares para que éstos también provean dicho servicio y desarrollen modelos o programas eficaces.
No olvidemos que la formación educativa de calidad pasa también por una decisión personal y en consecuencia cada cual también debe ser responsable de escoger el itinerario de su propia formación. De esta manera los consumidores de un servicio (en este caso los estudiantes) no necesitan organizar ninguna huelga para protestar contra la defectuosa calidad de ese servicio, bastará con que cambien de proveedor.
La educación merece también ser vista como un bien económico que posee un costo. Aquel criterio de que la educación pública o estatal es gratuita no es real por cuanto existe alguien que al final la paga y esto ocurre mediante la apropiación coactiva (confiscación) de la propiedad y los frutos del trabajo de algunos para satisfacer las demandas a otros. Es decir dicho pago es en realidad gasto público que se realiza con el dinero de todos los contribuyentes, por ende no es dinero gratis que cae del cielo. Entonces, lo más importante en esto es la administración pública del sistema educativo, por lo que debe exigírseles principalmente a ellos eficiencia, transparencia, calidad y buenos resultados.
En ese sentido, en este periodo el Ministerio de Educación debiera dedicarse a hacer una propuesta de reforma a la Ley “Abelino Siñani y Elizardo Pérez” pues dicha ley tiene que ser necesariamente mejorada, tiene que estar acorde a los tiempos actuales, incentivar el desarrollo de talentos y la adquisición de habilidades productivas, donde los estudiantes sean dotados de conocimientos de utilidad dentro y fuera del país, capaces de generar más oportunidades a los bachilleres, implementar el homeschooling, permitir que los propios padres puedan gestionar la instrucción de sus hijos bajos determinados estándares acorde a la realidad actual, el acceso al Internet sea entendido como un derecho fundamental derivado del derecho de acceso a la información previsto en el artículo 21 num. 6) de la Constitución; y, en consecuencia, el Estado haga todos los esfuerzos para que realmente el servicio de Internet mejore y sea accesible para todos en costo y en calidad, etc.
Nos guste o no, estamos compitiendo en una economía globalizada en la que el progreso sonríe a personas apasionadas, altamente instruidas y muy entrenadas para pensar y cooperar a un nivel de mucha sofisticación.
Lo que más debiera importar es la adquisición de conocimientos especializados de calidad y que éstos tengan una utilidad práctica y no caer en la epidemia de la “titulitis”, esto es, llenarse de títulos sin que el conocimiento llegue a tener un impacto objetivo que mejore la calidad de vida de las personas.
En los últimos años esta situación de "la titulitis" llegó al extremo que el título de "Doctor Honoris Causa" (el cual carece de prueba alguna), se ha desacreditado a sí misma, pues está siendo entregada con motivos egocéntricos, políticos, de amistades, etc., a cualquier persona por supuesta contribución a algo, llegando algunas universidades a otorgar dicha distinción inclusive relacionado al supuesto conocimiento extraordinario sin antes siquiera acreditar vencimiento de la escolaridad, sin tener un máster o algún postgrado en educación superior. Se han dado inclusive situaciones de algunos políticos y hasta personas civiles inescrupulosas que con astucia pero sin integridad, se atrevieron y se atreven a dictar cátedras haciendo uso de dicho título honorífico.
No debiera ser una cuestión de llenarse de "titulitis" sino de conocimiento pues el título puede llegar después. Entiéndase que aquel estudiante íntegro que realmente posee los conocimientos no solo teóricos sino prácticos le resultará más fácil después acceder a un título verdaderamente académico pues ahora ya existen en el mundo numerosos centros de enseñanza superior de reconocida calidad y trayectoria internacional que cobran sólo por examinar y certificar la adquisición de unos determinados conocimientos tanto a nivel técnico superior como de licenciatura.
La tendencia a futuro será que las empresas profesionalizarán a los verdaderamente apasionados y que tengan desarrolladas habilidades blandas bajo un enfoque conectivista, conocimiento de algún idioma extranjero, hábito de selección de la información y de lectura selectiva, adaptarse al cambio y a la formación continua, tener conocimientos básicos de finanzas personales.
En resumidas cuentas lo más importante en realidad es el conocimiento y la destreza adquirida (preparación) que poseer un papel o un certificado digital. Es decir la falta de título ahora ya no es un verdadero impedimento para crear, desarrollar y hacer realidad las ideas, por ejemplo, grandes innovadores como Bill Gates y Steve Jobs, sus primeros inventos no fueron realizados dentro de las universidades o en algún laboratorio institucional sino en un garaje (en casa).
En ese sentido, ante la clausura escolar, todo padre responsable siempre buscará opciones. Es cuestión de ser resilientes y los colegios deberían ser necesariamente innovadores y creativos.
Por ejemplo, en el sector privado, los padres y colegios podrían llegar a determinados acuerdos, pueden ofertar muchos cursos de materias básicas. Tampoco es verlo todo con pesimismo, pues también podría ser una gran oportunidad incluso para colegios como para promocionarse con ofertas interesantes. Incluso los profesores también pueden dar clases virtuales particulares para fortalecer el conocimiento de los estudiantes. Toda crisis son oportunidades.
Los adolescentes escolares (nivel secundaria) tantos del sector público como privado, si bien igual pasarán de curso pero si realmente desearan el saber, hoy con Internet, la información está al alcance de todos. Ya no es un privilegio. Si realmente se tiene sed de conocimiento hay muchas formas de obtenerla. Se debe ser creativo e innovador. Hay muchas oportunidades para quien lo busca. Pero a quien no lo desea aunque tenga las opciones más óptimas de todas en sus manos jamás la aprovechará. Finalmente eso es más un tema de mentalidad, no debemos buscar sólo excusas para no hacer o pretender que otro lo haga por uno mismo. Debemos ser más ingeniosos y no perezosos pesimistas.
Con todo ello, considero que más que andar buscando agigantar al Estado y verlo como al papá Estado o Estado niñera, o creer que los burócratas resolverán todos sus problemas. Es momento de que aquellos adolescentes, si realmente tienen esa hambre del saber, sean más apasionados por lo que hacen, sean optimistas, apuesten por la excelencia y la ética, busquen desplegar sus talentos y desarrollar habilidades productivas máxime si en estos tiempos se requiere de mucha fuerza y resistencia para no quebrarte ante la inminente necesidad económica.
Es hora de tener prioridades,
enfrentando la incertidumbre de los tiempos actuales con pensamiento reflexivo,
analítico, crítico y estratégico
fundados en la planificación, disciplina, adecuada gestión del tiempo, buena y
sincera comunicación, creatividad, pasión y confianza. Apliquemos liderazgo
transformador en nuestras vidas, en la vida de nuestros hijos y tratemos de
irradiar dicho liderazgo a nuestro entorno con optimismo y sentido común.