Ciro Añez Núñez.
La burbuja del endeudamiento consiste en esa locura de creer de que se
consigue crecimiento con deuda y gasto público, independientemente del ciclo
económico; y, que el pago se hace vía impuestos (más onerosa y extractiva) y más inflación (que destruye el valor adquisitivo del dinero que los gobiernos
emiten), lo cual conlleva a restringir notoriamente las libertades de las
personas, su propiedad privada, tasas de interés confiscatorias y obviamente
mayor empobrecimiento, desabastecimiento y desplome de la inversión
productiva. La narrativa con la
inflación es uno de los factores más importantes de riesgo.
El riesgo se acumula lentamente y ocurre rápidamente. No se confunda
desinflación con mayor empobrecimiento de la gente, por ende, el camino de
solución, no se trata de más gobierno (no
consiste en dar más poder al político autoritario tampoco promoviendo mayor
agigantamiento del Estado con grandes ejércitos de funcionarios públicos,
burócratas y menos aún con mayor emisión monetaria), no es con más gasto
público, no es con más deuda sino todo lo contrario (achicando el tamaño del Estado, reducir déficit fiscal, disminuir
considerablemente el gasto público, eliminar las subvenciones públicas, reducir
la cantidad de funcionarios públicos y hacer correcciones hacia la baja de los
sueldos inflados del sector público, presupuesto general del Estado más
austero, etc.) y a la par, defendiendo las libertades individuales y la
propiedad privada.
La depreciación del papel moneda en cualquier país del mundo, implica no
sólo pérdida de la capacidad adquisitiva del dinero de las personas sino también la pérdida
del valor de su trabajo, lo cual conlleva a una injusta remuneración, vulnerando
los derechos previstos en el art. 46 de la Constitución boliviana (CPE).
La transparencia sobre las deudas es importante pues las obligaciones no
declaradas suponen una amenaza creciente para los países de ingreso bajo, ya
altamente endeudados y con necesidades anuales de refinanciamiento que se han
triplicado en los últimos años.
El problema es todavía más acuciante en un contexto de tasas de interés más
elevadas y menor crecimiento económico. Además, también se pone en peligro la
rendición de cuentas cuando no existe información exacta sobre el nivel de
endeudamiento, lo que a su vez acrecienta el riesgo de corrupción. El abuso de
poder es corrupción.
Los pueblos sudamericanos en vez de desgastarse en fanatismo dogmático, en peleas
intestinas bajo el cuento de supuestas disputas entre Derechas Vs Izquierdas, las
cuales los mantienen divididos y debilitados, sin que exista paz, mientras que los
manipuladores y demagogos se enriquecen a costa de la mentira y del engaño
(corrupción), máxime si existe mucho funcionalismo a punta de corrupción, donde se pregona la egolatría materialista reflejada en las apariencias, conveniencias e
intereses deshonestos.
Se requiere unidad latinoamericana o hispanoamericana (como una gran federación) sin mentalidad de lacayo o de vasallo (tanto el pueblo como los políticos),
sin permitir y/o alentar ridículamente la polarización, tampoco idealizando a
las potencias ni radicalizándose a un determinado polo, bando o bloque de
potencias con intereses geopolíticos sino velando por los propios intereses de
cada pueblo latinoamericano.
Usualmente, muchos se limitan únicamente a decir que la unidad
latinoamericana es una utopía; sin embargo, olvidan que justamente la utopía,
es útil y sirve "para avanzar", no para darse al muere, condenándose
a un mundo sin ninguna posibilidad, tan sólo conformarse en repetir más de lo
mismo perennemente, sabiendo de antemano el resultado, resignándose únicamente
a la esperanza, de que el resultado ya sabido solo se suavice y, que fruto
del azar, sea cada vez menos malo, adaptándose a un encerradero como un lamentable
presente continuo. Eso hay que evitar.
Todo ser humano tiene la capacidad de recordar el pasado y de proyectar sus
pensamientos y acciones hacia el futuro, para ello, la libertad y la paz son relevantes.
La libertad permite proyectarse hacia el futuro pues consiste en poder obrar y
desarrollar el proyecto de vida propio sin ser arbitrariamente obstaculizado o
instrumentalizado por otro.
Ahora bien, si una persona no tiene paz, la verdadera solución a esa carencia
de paz, no consistirá en atontarla y dañarla severamente su inteligencia, para que viva en aparente tranquilidad.
Una persona que carezca de la capacidad de mirar hacia el pasado y de proyectarse
al futuro, vivirá en una realidad trastocada que es decorada con falsedades y, talvez
estará en paz pues pensará que vive feliz y despreocupada; sin embargo, el
hecho de atontarlo y eliminar sus capacidades mentales obviamente no es una
verdadera solución sino un engaño.
Nadie puede disfrutar de su vida si no está en paz. La paz mental no es el
objetivo final de la vida sino un requisito fundamental de la vida. Las
personas deben usar su inteligencia para darse cuenta, si cada día está mejor o
peor su calidad de vida.
Si está cada vez peor, pero resulta que alguien le dice que está todo bien o que todos vamos rumbo a estar mejor, siendo que siguen ocurriendo cosas malas (total resquebrajamiento de las instituciones públicas, monstruosa incertidumbre jurídica, etc.), innegablemente está siendo embaucado. La gente tiene que experimentar su propia inteligencia, por ende, se da cuenta que eso no es "vivir bien" (art. 8-I de la CPE).
En ese sentido, cada persona, cada ser humano debe sincerarse consigo mismo,
si lo que busca es consuelo o soluciones.
Si busca consuelo, probablemente se aferrará a creencias (creer en algo) basadas muchas veces a fanatismos,
dogmatismos y añoranzas, tratando de manejar su drama psicológico, mientras que,
si busca soluciones, tiene primero que ver ante todo la realidad tal cual como
es, no como a él le gustaría que fuese (como
un anhelo, esperanza o tener falsas expectativas) y tampoco creer la
realidad en base a lo que otro diga que es. Simplemente tiene que experimentar
su propia inteligencia, ver en los hechos lo que sucede en su real expresión,
sin maquillajes, decorativos o manipulación, para luego ver las causas y darle
un tratamiento adecuado.
Vivir en tiranía acarrea una estremecedora historia de lavado colectivo de
cerebro, miserias y corrupción generalizada y desvergonzada. Si no se desea
caer en ello, pues se debe hacer todo lo contrario, ser auténticamente decentes,
íntegros, estar siempre conscientes de la realidad, amerita que los gobiernos
de los Estados cumplan con sus obligaciones constitucionales y convencionales
de protección efectiva y eficiente de las libertades y de la propiedad privada de
las personas; y, al mismo tiempo, exista un permanente control social, alertas
y prestos a salir en defensa de dichos derechos,
cumpliéndose lo mencionado por Thomas Jefferson, hace muchos siglos atrás,
quien afirmó textualmente: la “eterna
vigilancia es el precio de la libertad”. La libertad no es irrelevante tampoco
debe ser disfrazada, máxime en aquellos países que estén viviendo el esperpento
de la corrupción y el autoritarismo.