Ciro Añez Núñez
La autoestima
implica el autoconcepto, la autoimagen, el autorefuerzo y la autoeficacia. En
ese sentido, es menester que nadie tenga un concepto de sí más alto que el que
debe tener, sino más bien piense de sí mismo con moderación, templanza y sentido
común.
De esta manera,
consideramos que valemos y somos útiles, a pesar de nuestros errores porque
sabemos que tenemos la capacidad de mejorar. El mejorar como personas en
integridad es una muestra de una sana autoestima, lo contrario es síntoma de
baja autoestima reflejada en una perniciosa egolatría. Autoestima alta no es
ser ególatra.
Un grupo de
psicólogos (Liang y su equipo de investigación) de la
Universidad Normal de Beijing, en el año 2016, señalaron de que existía una
relación entre baja autoestima con corrupción, esto es, que aquellas personas
que tienen una baja autoestima tenderían a buscar cualquier elemento que les
permita mejorar esta evaluación de sí mismos y, para ello, la corrupción puede
surgir como una vía rápida para adquirir bienes y prestigio que permitan
mejorar erróneamente la autoestima basadas en la nociva egolatría, gobernada en
este caso, por la codicia y la avaricia, en una confusión enfermiza entre el
tener con el ser, creyendo que la persona vale por lo que tiene y no por lo que
es (un ser humano digno).
Para los
investigadores antes mencionados, los actos deshonestos, como la corrupción, no
solo responden a beneficios externos o materiales únicamente, sino que también
pueden responder a factores y beneficios internos o psicológicos. Por ello, los
autores formulan como primera hipótesis que una sana y adecuada autoestima
decrece la intención de corrupción.
En cualquier país,
una sociedad cada vez más devaluada en valores y principios éticos morales es
una proyección de su baja autoestima dañina, porque lejos de pretender
verdaderamente una mejoría, resulta que en realidad, se aumenta la corrupción
generalizada y desvergonzada (normalizando neciamente, la mentira y la
corrupción), donde descaradamente, ya es normal de que todo se arregle
con dinero incluso lo ilícito sin responsabilidad (se corrompe y no
pasa nada, no existe reparación del daño ni devolución de lo sonsacado. De allí
que solo le importe enriquecerse en base a la mentira y el engaño -corrupción,
evasión, prebendalismo, amiguismo, clientelismo, etc.).
De persistir tal
situación, se destruye inexorablemente la movilidad social (al extremo, de
llegar a considerar de que es una fantasía y es totalmente falso, de que los
resultados del éxito sea proporcional al esfuerzo, debido a la gran
concurrencia descarada de la competencia desleal, la informalidad delincuencial
-narcotráfico, contrabando, lavado de dinero o blanqueo de capitales, etc.-,
entre otros), no se genera oportunidades (pues cada vez más
existen jóvenes sin opción de empleo de calidad, con un índice de éxito de
emprendedores formales por los suelos, con alto costo de financiamiento,
infierno fiscal, elevada y pesada carga social, etc.), se excluye a
las demás personas y se alaba al mediocre, quien muestra de fachada una
meritocracia engañosa (por ejemplo, caer en la epidemia de la
“titulitis” para acceder a cargos, esto es, llenarse de títulos para inflar el
ego y considerarse con ello meritorio, sin que el conocimiento llegue a tener
un impacto objetivo que mejore la calidad de vida de las personas sino todo lo
contrario, contaminándolo todo a punta de corrupción y barbarie).
¿Dónde está la
educación, la cultura, el respeto por el otro, etc.? Si una sociedad no retoma
el sendero que optimice la movilidad social (los cambios que
experimentan los miembros de una sociedad en su posición en la estructura
socioeconómica), donde primen dos ámbitos fundamentales: “educación y
valores éticos morales”, sin ellos, todo apunta a un desastre de crisis
sistémica, donde todo se consigue con soborno, todo se compra con deuda y en
términos económicos legales acarrea de que la deuda llega a valer más que el
activo; y, en consecuencia, su destino es la quiebra, el remate y la recesión,
donde el dinero pierde capacidad adquisitiva y no existe posibilidad de ahorro,
conformándose tan solo con perder menos, mientras que en contrapartida, abundan
los corruptos (los mentirosos sinvergüenzas y mediáticos) que deterioran la
convivencia civilizada y pacífica mediante regímenes mafiosos, autoritarios,
impunes, violentos, criminales, donde cunde el abuso de poder y el salvajismo
contra una sociedad carente de autoestima, es decir: deprimida, abusada, a
quien se le ha robado el anhelo del buen vivir.
En ningún país, debiera llegarse a esos excesos, máxime si éste lleva por rótulo de libre, independiente, soberano, democrático, intercultural y con autonomías; sin embargo, tal como hemos explicado, y queda claro, lo más importante es lo que la sociedad convalida, porque si nadie desea verdaderamente cambiar por lo bueno y para bien su desenlace deprimente y fatal será inevitable.