Ciro Añez Núñez.
Vivir en libertad es extenso, implica
muchas cuestiones, razón por la cual, a lo largo de esta temática, trataremos
de aproximarnos de modo deductivo e interdisciplinario, es decir, desde lo más
amplio y general hacia lo más pequeño e individual.
Casi todas las personas desean o
buscan cambios para mejorar. Asocian cambio con mejoramiento, pero no debemos
olvidar que también se puede cambiar para empeorar.
Entonces, lo mejor que podemos
hacer en esa búsqueda por mejorar al mundo es que en toda relación no se mienta.
El no mentir es decisivo para un verdadero mejoramiento tanto individual como
social y global.
Todo lo positivo debemos sembrar,
y lo que no podamos cambiar pues debemos saber convivir con ella (me refiero a lo que está acérrimo, trágico y
frenéticamente así establecido por el humano, entre otras cosas, bajo el criterio
de consenso mundial; y, que no tiene sentido, entablar largas discusiones
teóricas y dogmáticas al respecto, por cuanto, solo implicarán pérdida de
tiempo), pero eso sí, no por ello, debemos dejar de estar siempre alertas
en el cuidado de lo sustancial, lo elemental, que está relacionado con vivir en
libertad porque las formas de engaño cambian, las trampas cambian; por lo
tanto, debemos ser más sensibles y estar permanentemente atentos y despiertos.
Nadie en esta vida desea sufrir y
justamente por eso, debemos esforzarnos por lidiar causas justas como ser
contra el engaño, detestar la burla o la mentira hacia los ciudadanos (hacia los administrados), basta de aquella
conducta perniciosa de hablar por un lado de que estamos avanzando y brindando
mejores condiciones de vida y de salud (a
manera de propaganda), cuando en los hechos, resulta que existen altos niveles
de violencia hacia la población causado inclusive en algunos países de forma institucional,
esto es, por ejemplo, por las fuerzas públicas del orden, sea por el despliegue
de una abusiva administración de justicia, débil en ejercicio de su
independencia judicial, entre otras modalidades, tanto de forma camuflada como directamente.
Muchas veces, vivimos “perdidos” (desorientados) en una monotonía
fanática de alcanzar nuestros propios intereses egoístas y por consecuencia surge
esa apatía hacia los demás.
Advirtamos, cuando alguien se pierde,
lo primero que uno debe preguntar a esa persona es ¿dónde estás? Pues para
quien se siente perdido, tiene que estar necesariamente en algún lugar (en algún sitio, en algún estado o en alguna situación),
debe describir dicho lugar; y, a partir de allí, sabiendo donde se encuentra,
podremos orientar e indicar hacia dónde va.
Lo mismo ocurre con la situación de
los Derechos Humanos (DDHH) de un país, en base a lo real, a lo concreto y
objetivo (sin farsa ni mentiras)
debemos ver las cosas, las circunstancias y las eventualidades, sabiendo donde
nos encontramos y hacia dónde vamos: ¿hacia
un país donde se respete la vida en libertad o hacia un país donde se desea
imponer el autoritarismo, la violencia y el despotismo?
De allí que en todo país es
menester ser empáticos con el prójimo porque luego, esa misma violencia
institucional que ocurre al otro puede también llegar directamente a su propia
persona o a su entorno, máxime si éste es aplicado como mecanismo sistemático
de violencia. Por lo tanto, es menester valorar y conservar esa vida en libertad
en toda su expresión.
La empatía, el amor y la libertad
son conceptos que van de la mano, pues no puede haber amor sin que haya espacio
para la libertad y para la empatía (implica
ponerse en el lugar de otra persona y ser capaz de entender sus sentimientos y
emociones).
En los Estados constitucionales
de Derecho denominados democráticos se concibe una trilogía fundamental, esto
es, vida, libertad y propiedad privada.
Nuestra vida es un parpadeo, es
como una neblina pues se puede ir en cuestión de segundos.
Téngase en cuenta que la salud es
también lo más cercano a la vida y cuando hablamos de salud, ésta no solo es
física también implica integridad psicológica y sexual (arts. 15 y 18 de la Constitución boliviana). En cuanto a integridad sexual, por
ejemplo, no se trata de los gustos sexuales sino de la no agresión sexual. De
allí que se exige a los Estados adoptar medidas necesarias para prevenir,
eliminar y sancionar toda acción u omisión que tenga por objeto degradar la
condición humana, causar muerte, dolor y sufrimiento físico, sexual o
psicológico, tanto en el ámbito público como privado.
Todos somos irrepetibles pero
reemplazables para los demás, por ende, evitemos ser ilusos como seres humanos
encerrándonos en una caja o jaula mental con fronteras artificiales que nos
dividen y confrontan, acabando siendo timados, desperdiciando tiempo de
calidad, por el engaño: 1) del poder (búsqueda
abusiva de concentrar el poder transitorio, añorando impunidad para sí y
protervia para las personas y para la sociedad en su conjunto), 2) del
dinero (pretendiendo casi todos ser
millonarios, acaudalados, egocentristas, sin escrúpulos y desmereciendo a los
demás, promoviendo la excesiva industria comercial); y, 3) de la vanidad, la fama y la gloria, buscando siempre el triunfo personal al extremo de la
desorientación y la intransigencia de ir
en detrimento de los demás, sin respetar la vida, la libertad y la propiedad
privada de los demás. Se debe buscar el bien de todos sin abusos y engaños. Es
con el menos que se logra el mas, es decir, el buen vivir, no es llenándonos de
gloria o fama individual a ciegas sin importar las consecuencias.
Nuestra propia vida en este mundo
es finita y eventual, pero la vida en sí, en general, lleva miles de millones
de años, es inmensa en el espacio infinito con toda la vida allí existente, que
palpita tanto en este lugar donde habitamos como a millones de millones de
distancia también.
Entonces, cabe preguntarnos, será
realmente majestuosa esa gloria, fama y vanidad humana en nuestra vida temporal
frente al espacio infinito.
Lo importante no está en vivir
por vanidad ni en los extremos, preocupados en aquella ilusión casi infantil de
atormentarnos por dejar un legado personal en un futuro incierto (pues con el tiempo, nada permanecerá igual)
tampoco debemos estar entretenidos en peleas de gladiadores envanecidos y
enfrascados en mover las fronteras (aquellos
falsos límites que el ser humano se ha establecido y luego se desdice) cuando
en realidad, visto desde afuera (el universo)
sin nacionalidades (inventadas por nosotros
mismos como adaptaciones a rincones y encierros), somos tan solo especie
humana terrestre porque vivimos en un planeta (que hemos llamado La Tierra), el cual es uno de los muchísimos planetas
y miles de millones de galaxias existentes en el universo.
Por lo tanto, lo que sí debemos ocuparnos
es en vivir donde vivimos, sin mentir, para conservar mínimamente un bienestar construido entre todos sin tantos delirios, ilusiones y quimeras.
La verdadera riqueza está en
cultivar la mente, en los valores y los principios éticos morales; el amor; las
convicciones, la creatividad, la imaginación (la cual abre horizontes), los talentos desplegados, la familia, la
conciencia tranquila, la humildad, ser humanitario, la libertad y la propiedad
privada como acervo de los derechos humanos y componente indisoluble de la
libertad individual (sin propiedad
privada las personas no pueden desarrollar sus propios proyectos de vida, no
existe prensa libre ni libertad de expresión, desaparece la solidaridad y la
posibilidad de compartir y trabajar en conjunto).
Cuando los gobiernos de turno a
nombre del Estado de forma abusiva restringen libertad personal, confiscan
propiedad privada y pretende golpear ciudadanos que no actúen según sus
designios y no sigan su línea política, es una alarmante afrenta a la libertad
de pensamiento, de ideología, de libre expresión, con afectación a la integridad
física, a la vida y a la salud de las personas; por lo tanto, es un imperativo para
cada ser humano defender esa vida en libertad.
Tengamos autoconocimiento,
optimismo, paciencia, templanza y resiliencia, defendiendo estas cuestiones
básicas, sin guardar silencio cuando lo que está en juego es la Libertad, pues
debemos vivir en libertad abatiendo límites y tras límites, en cuya defensa incluye,
inclusive, a favor de los desorientados, indiferentes, apáticos y resentidos,
pero que también se lucha por ellos, enseñando y demostrándoseles que debemos
oponernos contra aquellos que odian la paz y quieren controlar, dominar y destruir
nuestra forma de vida en libertad, pero también brindando las herramientas (los conocimientos, la creatividad, los
principios y las convicciones), para transformación, liberación y resistencia
contra toda agresividad del opresor, cuya violencia emerge de su propio miedo a
perder sus acostumbrados privilegios, impunidad y deseos de dominación hacia
los demás mediante el ejercicio de la fuerza y la brutalidad física, causando
daños no solo a su propia gente sino también al medio ambiente, a la naturaleza,
por simple codicia, perversidad y ambiciones destructivas.
Los gobiernos autoritarios a
veces buscan la convulsión y la confusión tratando de distraer y dividir a su
población, fabricándose un enemigo interno cuando en realidad es su propia
población la que desea que se cumpla el plan de vida institucional de su país,
esto es, la Constitución (con todos los
derechos y garantías a favor de las personas, allí previstos normativamente); por ende, se
debe evitar ingresar a mayores niveles de confrontación entre ciudadanos, máxime
si en el caos, existen o emergen los bribones, quienes aprovechan la ocasión, para
ganar protagonismo, aumentar y concentrar poder y enriquecerse en medio de toda
esa conmoción.
Existen países, especialmente en
la región sudamericana, que desean pasar nuevamente por procesos traumáticos
como ser las reformas totales de sus Constituciones, bajo la creencia de que
esa es la fórmula de la panacea contra todos sus males que adolecen.
Si dentro de los serios problemas
que un país tiene, se encuentra, la falta de independencia judicial, una fuerza
pública brutalmente arbitraria con efectivos que son llevados de otras regiones
y son capaces de reprimir a una determinada población, entre otras conductas
perversas más, eso motiva y conlleva a que podamos ser más pragmáticos en la
protección de los DDHH y en consecuencia, más que pensar por un Federalismo que
implica acudir hacia una reforma total de la Constitución, por cuanto posee
mayor rigidez constitucional, se debiera, más bien pensar en profundizar las
autonomías para que éstas sean auténticas, pues la clave está en la delegación
de competencias hacia las regiones y esto es posible, mediante reforma parcial
de la Constitución, cumpliendo formalidades menos traumáticas que una reforma
total, lográndose una mayor delegación de competencia, por ejemplo, en materia
justicia y fuerza del orden, donde cada Departamento, tenga sus propios jueces,
fiscales departamentales, fiscales de materia, policía, entre otros. Pero para
todo ello, es con verdadera voluntad política impulsada por la fuerza social
que busca un mejor presente, pues está por demás de claro, que éste no
es de lo mejor.
El federalismo y las autonomías
son mecanismos jurídicos totalmente distintos a independentismo, por lo tanto,
no debemos prestar oídos a lo absurdo de denominar separatistas a quienes
pregonan autonomías y/o federalismo.
En Bolivia, hemos pasado en el
año 2007, por un proceso constituyente cuyo producto, es decir, la Constitución, fue teñida en sangre y muerte, para ello, basta recordar los graves acontecimientos
acaecidos en la masacre de La Calancha, en Sucre, hechos trágicos que jamás deben
ser justificados bajo ningún criterio, pretexto o fanatismo dogmático.
Cuando hablamos de muerte, muchas
personas temen a la soledad y a la muerte, sin embargo, desde la materia, no
morimos solos sino rodeados de todos los seres vivientes que pueblan nuestro
planeta, en el microcosmo y el macrocosmo.
Cuando morimos, nuestra
descendencia heredará aquella propiedad privada, la cual en vida administramos,
pero como bien sabemos nada de lo que tenemos nos lo llevaremos, por lo tanto, existe
una delegación pues todo lo material finalmente es prestado y cumple con una
finalidad.
La liberación no solo debe ser
vista desde lo físico o material sino también desde lo psicológico, de las
etiquetas, de los apegos, las subjetividades y los mitos que el ser humano se inventa,
sofistica y se conflictúa para sí mismo, como ser las nacionalidades, los condicionamientos,
catalogándose en función a algún oficio,
título o distinción (que no son otra
cosa, que cuadros que encierran a la mente); en criterios sobre decadencia,
el mito de los jóvenes, la angustia de los ancianos (donde actualmente casi nadie desea envejecer), lo estético como
una forma camuflada sobre la no aceptación de su propia realidad física y/o de
su edad, cuando en realidad resulta que la vida es más sencilla de lo que
parece, somos seres casi ingrávidos en este planeta denominado la Tierra, el
cual ocupa un pequeño lugar en el universo.
El ser humano tiene todas las
posibilidades, todos los lenguajes y los estilos que desee desarrollar y
practicar durante el transcurso de la temporalidad de su vida en este mundo.
Las personas, comúnmente nos
resistimos a soltar esos enfoques y límites que restringen enormemente la
visión, por cuanto son generalmente impuestos dentro la caja de este mundo,
definiéndose por la moda y/o las tendencias dominantes, esto es, la manera de
cómo los demás definen algo con fines principalmente comerciales o de negocio,
sin importarles muchas veces si carecen de sentido común.
“Vivamos” intensamente en el
presente: siendo, sintiendo, aprendiendo (en
base al conocimiento y la experiencia) y aplicando lo mejor posible aquello
que se ha aprendido, sin retroceder ni caer en los extremos, es decir, sin enfrascarnos apasionadamente en el pasado (el cual ya
fue, y bien, podemos permitirnos, aprender de dichas experiencias) ni
ansiosos o preocupándonos demasiado por el futuro (el cual todavía no es); por lo tanto, es preferible mejorar el
presente para tener un mejor futuro. Y para ello, es pues, asumiendo la defensa
de las causas justas, entre ellas, las que tienen que ver con aquella trilogía:
vida, libertad y propiedad privada, siempre relacionándonos entre todos,
basados en la verdad y no en la mentira.
Conociéndonos y arreglándonos a
nosotros mismos sin mentirnos, así se comienza y podremos ir avanzando en el
mejoramiento de nuestro presente, en esta faceta que nos toca vivir.