Ciro Añez Núñez
Para
que crezcan los hijos en sano equilibrio, el rol de los padres en sus vidas es
irremplazable en el periodo de la niñez y la adolescencia.
La
integridad y rectitud de los padres, tiene como consecuencia que nuestros hijos
alcancen su destino.
Tengamos
siempre presente que estamos aquí para ser los recuerdos de nuestros hijos. Lo
material va y viene, y con los años se deprecia y no permanece exactamente con la
misma relevancia.
En
ese sentido, el legado para el recuerdo de los hijos, consiste en nutrir sus
raíces con amor, cuidarlos, fortalecerlos y educarlos bien.
Que
valoren y defiendan sus libertades individuales y la de su prójimo, así como también
su derecho a vivir en democracia; y, que comprendan que hemos venido a servir a
los demás mediante el despliegue de nuestros talentos. A tratar de mejorar como
seres humanos e influenciar positivamente a nuestro entorno, pero sin esperar
(por eso) llegar a ser perfectos.
Como
diría Rolando Yñigo: "Quiero darte alas para volar y raíces para no olvidar".
El
vivir en democracia es un derecho colectivo tal como señala el artículo
primero de la “Carta Democrática Interamericana” (Instrumento Internacional que se encuentra íntimamente ligada con la
Convención Americana sobre Derechos Humanos tal como menciona la SCP N° 0084/2017
de 28 de noviembre) por cuanto se trata de intereses comunes a un grupo o
colectividad, cuyos miembros tienen una vinculación común; colectividad que,
por ello, se encuentra claramente determinada, esto es, la nación boliviana
prevista en el art. 3 de la Constitución boliviana.
La Convención Americana sobre Derechos Humanos (CADH, aprobada por Bolivia mediante Ley N° 1430 de 11 de febrero de 1993), define los derechos humanos que los Estados se comprometen internacionalmente a respetar y dar garantías para que sean respetados; por ende, es uno de los principales instrumentos que el “pueblo” (entiéndase sumatoria de individuos) cuenta para protegerse del abuso de poder, de las grandes atrocidades y crímenes de gobiernos crueles y opresivos.
De
allí que, si algún gobierno de cualquier país del sistema interamericano decide
retirarse de la Convención y denuncia a la CADH, automáticamente se constituye en
un régimen no democrático, tiránico y dictatorial.
En
el caso boliviano, existen los arts. 410-II y 256 de la Constitución Política
del Estado (CPE), los cuales establecen que dicha Convención se encuentra integrado
y adherido al bloque de constitucionalidad de Bolivia y que la declaración de
los derechos consagrados en la CADH que sean más favorables a los contenidos en
la CPE, se aplicarán de manera preferente sobre ésta; por lo tanto, no es decisión
de un gobierno de turno retirarse o no de la Convención, pues éste no solo incumpliría
la Constitución sino que además se estaría por someter al pueblo a violencia física
o moral (art. 114-I de la Constitución)
constituyendo un grave atentado a los derechos de las personas y de la sociedad
boliviana en su conjunto, pues las personas estarían desprotegidas. La voluntad
del Constituyente no debe ser desnaturalizada.
No
debemos olvidar: "para que algo sea duradero, tenemos que dedicarle tiempo y
cuidarlo mucho todos los días, no solo de vez en cuando".
De
cultivarse todo ello en los hijos, las sociedades reducirían las posibilidades
de instaurar: gobiernos donde la mentira y la ignorancia sean convertidos en
herramientas de estrategia política, gobiernos fascistas, despóticos, vulneradores
de los derechos y garantías de las personas, destructores del medio ambiente y/o
que las personas se vean arrebatadas, esclavizadas y aprisionadas por bandas criminales.
Probablemente
los más incrédulos dirán: todo eso parece utópico; sin embargo, si no empezamos
por nosotros mismos y nuestro entorno cercano, esperando que los demás lo hagan
y no lo harán por ese absurdo escepticismo, obvio que seguirán por los siglos de los siglos, con la misma cantaleta de siempre, confundiendo valentía con ignorancia arrogante, para
luego vivir victimizándose y quejándose de su propio país.
Nada
cambiará si antes nosotros no cambiamos, por lo tanto, prioricemos la familia.
En
cuanto al amor a los hijos, no debemos confundir con dar desmedidamente, sin
límites, sin un no a su debido tiempo.
Los
limites bajo esta perspectiva no deben perderse pues son los que imparten orden
y crean un circulo de protección al joven, donde se sienta seguro, amado y
apoyado.
Si
estos se pierden, en la vida del adolescente se genera un vacío y una sensación
de abandono ante la ausencia de aquellos valores que sostienen a la familia.
Llegado
el momento los hijos deben realizar su propio recorrido pues imaginemos a esos
padres que, estimándose perennemente esenciales, se olvidan de dejar volar a su
hijo.
Allí
cabe la pregunta: ¿Están promoviendo que se desarrolle con independencia o, por
el contrario, lo que hacen es frenar su progreso?
Aquella idea fanática de la propia necesidad de ser indispensables para alguien nos vuelve egoístas y a menudo nos impide ver que hay más alternativas.
En tales circunstancias, si nos resistimos a tolerar que somos reemplazables, la interacción puede volverse tóxica.
Como
personas individuales, no hay duda de que somos únicos y especiales. Sin
embargo, el mundo seguirá funcionando al margen de que estemos presentes o no.
La
mayoría de los seres humanos tiene temor de la muerte, máxime si ocurren en
circunstancias no esperadas y trágicas. El impacto es mayor.
Así
como nuestra vida tiene un propósito igual la muerte tiene un propósito para la
vida de los que quedamos vivos.
Esta
es una cuestión que a muchos puede costar admitir, pero que al final se nos
impone, y de una manera o de otra lo acabaremos reconociendo.
Las
relaciones interpersonales tienen lugar en una gran variedad de contextos, pero
cada cual es libre para decidir al margen de lo que nosotros prefiramos.
De
allí que la autoestima basada en la espiritualidad es fundamental, por ejemplo,
desde una perspectiva cristiana: con amor y fe en Dios, confianza en nosotros
mismos, conociéndonos y aceptándonos tal cual somos con sano amor propio y en
los demás.
Es
así como entenderemos que otras personas nos acompañarán en esta vida, pero
que, sobre todo, contaremos con nosotros mismos y nuestra relación personal y
sincera con Dios.
En
los peores escenarios, solo uno mismo y su entorno intrínseco estará ahí para
atenderse en cualquier momento. Es lo único seguro que tenemos, por
consecuencia, eres indispensable para ti. Disfruta al máximo el proceso de la vida,
pero sin caer en la egolatría, la ignorancia, inepcia, apatía, indolencia y la incredulidad.